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Cultura para inconformes…

David Eduardo Rivera Salinas

 

¿Ciudad inteligente o ciudadanos inteligentes?

 

Resulta imposible predecir el futuro de nuestra ciudad y además poco sensato intentarlo. Por un lado, existen demasiadas incertidumbres y contingencias de diversa naturaleza, desde las de carácter económico hasta las de marcada influencia turística y cultural, y por supuesto las hay de carácter político, que al fin de cuentas, resultan determinantes para la vida no sólo de la ciudad, sino fundamentalmente, de sus habitantes.

 

Por otro lado, en estos momentos coyunturales se puede observar un sentimiento de indeterminación, producto de las diversas intervenciones urbanas, tanto patrimoniales como contemporáneas, que opacan el futuro de la ciudad. Al mismo tiempo, también estas condiciones llevan dentro de sí, una clara oportunidad de imaginar futuros posibles y pensar cómo podemos llegar a ellos; es el momento oportuno para reflexionar y debatir algunos puntos de partida para que la ciudadanía, las autoridades, las instituciones educativas y culturales, así como cualquier persona que tenga algo qué decir, elabore una agenda de acciones, un plan maestro o al menos, un proyecto común para un posible futuro urbano que transforme a Zacatecas en una ciudad inteligente.

 

El tema no es nuevo, mucho se ha discutido ya –aquí y en otras partes-  sobre los retos y los límites que supone esta maravillosa idea de hacer de nuestra ciudad, una ciudad inteligente. Zacatecas requiere consolidar en el mediano plazo, las condiciones para una compleja red de inteligencia urbana, que a través de sistemas de convergencia tecnológica, la ciudad ofrezca diversos servicios a sus habitantes y a quienes la visitan, desde la vigilancia que proporciona seguridad, las tecnologías de localización sincronizados en automóviles y teléfonos inteligentes, la tecnología que está inmersa en la logística y venta de diversos bienes y servicios, hasta nuevos sistemas de movilidad personal, cómoda, económica y sostenible, así como de transportación pública, pero también de nuevas redes de suministro de energía, de distribución de agua y de eliminación de residuos, como ya sucede en otras ciudades del país.

 

Sin embargo, habrá que tener en cuenta una innegable contradicción: el alto desarrollo tecnológico que posibilita esta transformación urbana, puede dar paso a un ciudadano-consumidor que se limite a usar la tecnología y se convierta en sólo un emisor de datos; esto puede pasar si olvidamos preguntarnos algo tan sencillo pero a la vez tan vital como cuál sería el impacto que la adopción de las tecnologías tendría en la vida cotidiana de las personas que vivimos en la ciudad.

 

Se debe propiciar, como elemento fundamental en este proceso de transformación, la figura de un ciudadano inteligente que haga uso activo de todas las herramientas tecnológicas que tenga a su alcance; es decir, que protagonice su condición de ciudadanía –una ciudadanía cultural por cierto- con una tecnología que le permita reapropiarse de la ciudad, de sus espacios públicos y de sus servicios. Las respuestas a muchas demandas de la ciudadanía se pueden obtener a partir de la tecnología, pero no pueden ser sólo tecnológicas, requieren de decisiones políticas, pero bien informadas y alejadas de toda pretensión economicista.

 

Hacer de Zacatecas una ciudad inteligente, requiere poner a las personas en el centro de este posible futuro urbano; el objetivo no puede ser diseñar entornos urbanos perfectamente ordenados y predecibles       –algo de suyo casi imposible en una ciudad como la nuestra-, sino aprovechar la tecnología apara adaptarse a la complejidad, la imprevisibilidad y el flujo constante que se produce en ellos. No hay duda de que nuestra ciudad seguirá transformándose; estamos pues, ante un cambio que se propone aprovechar las virtudes de la tecnología para resolver problemas sociales. Se trata de un cambio que debe entenderse como un nuevo ecosistema diverso e incontrolable, del que se debe aprender constantemente y al que es necesario adaptarse de manera continua e imprevisible, porque las ciudades se transforman.

 

Pero todo esto no será posible sin la complicidad de la ciudadanía, sin su activa participación desde el diseño de este proceso compartido hasta su realización efectiva en los diversos espacios urbanos; una ciudad inteligente requiere de ciudadanos inteligentes. La manera en cómo imaginemos nuestra ciudad, en términos de convertirla en una ciudad inteligente, es en realidad otra forma de proyectar cómo imaginamos la sociedad en la que deseamos vivir y en la que, seguramente, vivirán nuestros hijos.

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