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LA ENSEÑANZA DE LA CULTURA DE LA PROTECCIÓN CIVIL

El sismo que sacudió la capital mexicana el 19 de septiembre de 1985 tuvo gran impacto en todo el país porque dejó en la memoria de los mexicanos un antes y un después de la tragedia, cuya magnitud rebasó al gobierno que no contaba con una referencia equiparable en intensidad y en alcance del daño sufrido.

Como sucede con todos los desastres naturales, la sacudida física dejó una marca indeleble: el antes y el después del sismo. Aprendimos del impacto del 85, nos levantamos sobre los escombros y vimos nacer un fruto social: la cultura de la protección civil.

Desde entonces contamos con sistemas de alertamiento y protocolos que no existían en aquellos tiempos. Hoy todos sabemos lo que hay que hacer en caso de sismo.

También en la península hemos tenido fuertes desgracias, como los ciclones "Gilberto”, que la devastó; “Isidoro”, que paralizó un tiempo las actividades económicas de Yucatán; “Ópalo y Roxana”, que golpearon Campeche; o “Janet”, que en 1955 borró del mapa la ciudad de Chetumal y afectó Veracruz y Tampico…

Para quienes nacimos o vivimos allá, tan natural es atender el sistema de alertamiento de huracán o tormenta tropical como lo es para los habitantes del altiplano sentir una alerta sísmica y reaccionar a ella.

Detrás de las historias terribles de los fenómenos naturales, prevalece el aprendizaje. Hoy todos sabemos qué hacer ante las alertas azul, verde, amarilla, naranja o roja.

Sin embargo, la cultura de la protección civil debe seguir avanzando. Tenemos la necesidad de sumergirnos en la educación y en la formación de ciudadanos que conozcan cómo reaccionar en caso de temblores y huracanes. Que sepan qué no hacer y en la implementación de leyes estrictas tendientes a evitar asentamientos humanos en zonas de riesgo de deslave o inundación.

Al inicio de mi gobierno en Yucatán, cuando el huracán “Dean” azotó un amplio territorio y afectó las cosechas de muchos municipios, ocurrió algo que no debe volver a suceder. Aunque lo reportamos a la autoridad federal, sus evaluaciones no incluyeron a varias regiones, por lo que  tuve que reclamar fuerte para que fueran atendidas.

De poco sirve el esfuerzo realizado para que la población se movilice ante un fenómeno de este tipo si pierden sus cosechas, o sus animales, que muchas veces son su fuente única de sustento.

En este punto quiero subrayar la destacada coordinación que siempre existe en el Ejército y la Marina mexicanos para la atención de zonas de desastre. Un reconocimiento a esas grandes instituciones.

La atención al desastre y a la reconstrucción es otro elemento a fortalecer en el marco de la cultura de la protección civil. Se debe avanzar en la capacitación de expertos y la vinculación de éstos con las autoridades que evalúan los daños.

Pero me referiré a un aspecto más que me parece fundamental, el de la prevención ambiental en los casos en que es posible, como la subida de mareas, inundaciones, incluso deslaves, que pueden prevenirse si se respeta la ley.

Se cumple si no se construye vivienda en lugares de riesgo, o bien si se respeta la duna en las playas o la distancia que marca la zona federal marítimo-terrestre.

Al respeto a la naturaleza hay que sumar la prevención ciudadana, la educación, el sistema de alertamiento, los protocolos de acción y el sistema de atención de desastres.

En conjunto, esos elementos integran la cultura de protección civil, algo que debemos inculcar a nuestros hijos y hacer crecer para nuestro bien y el de nuestro México.
Lic. Ivonne Ortega Pacheco
Legisladora Federal
Twitter: @ivonneOP
Facebook: Ivonne Aracelly Ortega Pacheco

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