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Cultura para inconformes…
David Eduardo Rivera Salinas

Encontrar el camino

Quiero reflexionar sobre uno de los aspectos más característicos de nuestra sociedad contemporánea y que se refleja en prácticamente todos los ámbitos de la vida social; me refiero a la búsqueda del camino, a la búsqueda del sentido que las personas de hoy enfrentamos como destino, lo mismo a nivel de cada individuo como a nivel colectivo y más aún, en las instituciones, los sistemas, los gobiernos.

Para explicarme comparto este fragmento de un cuento de Franz Kafka, escrito entre 1906 y 1920 pero editado hasta 1935:

<Encontré una persona, corrí hacia ella y, casi sin aliento, le pregunté el camino. Sonriendo me dijo: ¿Y quieres que yo te diga el camino?. Le respondí: Sí, ¡yo solo no consigo encontrarlo!. Renuncia, renuncia, dijo dándose la vuelta como los que se ríen a escondidas>.

Me parece que la metáfora es más que evidente.

Por un lado, se describe al hombre contemporáneo –como usted y como yo-, que se agita en un laberinto de ideas, de voces (tal vez se trate del hombre laberíntico descrito también por grandes escritores como el argentino Jorge Luis Borges o el cineasta francés Alain Robbe-Grillet).

Busca una vía de salida, una ruta en el mar de opiniones que quizá Internet le ha revelado.

Es el moderno Ulises, que no tiene a sus espaldas ninguna Ítaca y por eso no sabe mirar y desconoce a dónde dirigir la proa de su nave para encontrar un camino y una meta.

Es el hombre perdido de hoy, que por fuera muestra seguridad y certeza pero en el alma se encuentra desorientado, desconcertado, sin brújula moral ni compás ético. Desafortunadamente parece abundar en los íntimos pasillos familiares lo mismo en que en las frías y espaciosas oficinas públicas.
Por otro lado, vemos a ésa otra persona, a ésas otras personas, que aparentemente conocen los caminos y las rutas, que parecen tener en las manos un mapa; pero cuya respuesta lamentablemente está teñida de ironía, como se intuye en aquellos que saludan con una sonrisa mal disimulada, como las de los políticos. Parecen decir: renuncia y no busques ningún camino, ningún sentido en la vida, porque nadie es capaz de definir una meta adonde dirigirse para encontrar refugio y tener tranquilidad y paz interior para estar bien consigo mismo.

Ellos me recuerdan ésta otra frase genial de Borges: “..descreo de los políticos porque siempre están sonriendo…”

Recuerdo también aquello escrito en la Biblia y atribuido al primero de los grandes profetas, el Profeta Isaías, cuando describe el silencio y el juicio de Dios respecto a su pueblo: “..miré y no había nadie, ni un consejero a quien pedir información…”

Se trata pues, de una descripción dura pero real de algo que sucede comúnmente en nuestra sociedad, la búsqueda de ése algo que nos permite encontrarnos a nosotros mismos, o bien, de aquello otro que permite a una institución o a un sistema social, preguntar hacia dónde dirige sus esfuerzos y tratar, en lo posible, de encontrar respuestas.

Pero lo mismo que a las instituciones, parece sucederle también a los gobiernos, que se encuentran extraviados, sin rumbo, perdidos en un mar de incongruencias o, en el mejor de los casos, ocultos en sus propios errores; pero claro, acompañados de ésa sonrisa a la que Borges rehúye, porque engaña, miente, corrompe.

Giorgio Caproni, poeta y traductor italiano de la primera mitad de siglo veinte lo escribió así en su poema Bisogno di guida (Falta de dirección): “..Me había perdido. Andaba a tientas./ Buscaba una salida./ Pregunté a uno. No soy./ me respondió./ de aquí...”

Parece que esto precisamente es algo de lo que esta sucediendo en nuestra sociedad, es decir, algunas personas no saben de dónde vienen o de dónde son, o peor aún, sabiéndolo, prefieren olvidarlo; en cualquier caso, lo que han olvidado es cómo encontrar el camino.

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