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Cultura para inconformes…
David Eduardo Rivera Salinas
Sobre la profundidad…

Cuando se retira el manto gris de la indiferencia y
la superficialidad que sepulta el anhelo profundo de la búsqueda,
se revelan las razones profundas de la esperanza de las personas.
Gianfraco Ravasi

Lo profundo se opone, por definición, a los superficial, pero sólo se alcanza si uno trasciende la corteza, la banalidad y busca a fondo más allá de los tópicos, de las máscaras, de los discursos preelaborados.

Cuando uno busca más allá de la superficie, no sabe con lo que se va a encontrar; no tiene la menor idea de cuán profundo es aquello que se está analizando.

La profundidad es un valor denostado en nuestra sociedad contemporánea, en la cultura de masas, en los escenarios audiovisuales donde nacen las estrellas y se prefiguran los arquetipos de imitación social. Por ejemplo, el televidente se desliza rápidamente de un objeto a otro; se transforma en una especie de estante de novedades. Todo pasa muy aceleradamente; todo se digiere rápidamente, y uno tiene la impresión de que falta tiempo para la comprensión, y que carecemos de tiempo para profundizar.

El afán de novedades, que tan bien analizó Martin Heiddeger en Ser y Tiempo, alcanza su máximo en la cultura audiovisual actual. La corriente de novedades fluye constantemente de tal modo que una eclipsa a la otra y, cuando uno se pregunta porqué ha sucedido lo que ha sucedido y trata de indagar sus causas, sucede ya algo nuevo que atrae su atención en el primer plano y sitúa aquella antigua novedad en el desván de la memoria.

De tal modo que, al final, uno tiene la impresión de ser un obsesivo que salta de noticia en noticia, sin poder profundizar jamás en eso que denominan la actualidad. Lo que se desprende de todo eso es una cultura que parece más bien un deslizamiento; porque la cultura requiere tiempo y esfuerzo; pero lo que la época permite y estimula es, a lo sumo, deslizarse de un tema a otro.

La profundidad exige pararse en un punto y cavar hasta hacer un hueco y, finalmente un pozo; sin embargo, la aceleración de la vida cotidiana, choca violentamente contra el espíritu de la profundidad. Incluso es tal la hostilidad a este valor que se ridiculiza a quien pretende profundizar, a quien detiene la corriente de novedades y se propone ahondar en una de ellas. Acaba siendo calificado de anacrónico.

Pero, a pesar de ello, el valor de la profundidad es fundamental para la cultura crítica, para el desarrollo humano, para el progreso integral de las personas. Este anhelo de conocer lo que está más allá del plano superficial, es lo que significa, en primer lugar el verbo trascender.

Este ir más allá, esta apuesta por la profundidad, es fundamental para el desarrollo integral de la sociedad. Se necesitan ciudadanos que trasciendan la banalidad, que apuesten por la profundidad, tanto en los vínculos como en sus opciones espirituales, afectivas y culturales, que no se fíen de las apariencias, que aspiren a comprender la complejidad de lo político, de lo social, de lo cultural.

La banalidad conduce a la estupidez, mientras la profundidad conduce a la prosperidad, y sólo el que busca hasta el fondo de los problemas, es el único que puede hallar una solución a los mismos.

La trascendencia alude a un ámbito de la realidad, pero evoca al mismo tiempo algo que está más allá de ella; pero no sólo la naturaleza, también el arte, la cultura, la política y la religión; incluso el amor, la bondad, la entrega personal al otro.

Es decir, la realidad entera habla de algo que está más allá de ella, pero que sólo intuye a través de ella, y que finalmente requiere de un valor fundamental para encontrarla, la profundidad.

Por eso, tal vez valga la pena seguir aquello que afirmaba uno de los intelectuales judíos más abiertos del siglo I, Filón de Alejandría, cuando definía a la persona sabia con el adjetivo methórios, que significa aquel que está en la frontera, con sus pies bien plantados en la tierra, pero extendiendo su mirada más allá del confín, a la escucha de las razones del otro, y buscando las respuestas en la profundidad de las cosas mismas.

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