Cultura para inconformes…
David Eduardo Rivera Salinas
Otra vez el Centro histórico…
Parece imposible, pero no lo es; si alguien pensó recientemente en que el centro histórico de nuestra ciudad no podría estar peor que hace unas semanas, se equivoca rotundamente.
Es triste decirlo, pero nuestro centro histórico se encuentra en estos momentos en condiciones muy lamentables; basta darse una vuelta e intentar caminar por sus calles para darse cuenta de lo difícil que resulta reencontrar sus detalles y disfrutar su belleza.
Bueno, me parece que hasta ha perdido en estos tiempos hasta el ambiente festivo y multicolor, porque la alegría y el disfrute del centro histórico se ha extraviado entre el polvo, la basura y el ruido de las máquinas qua ahí siguen trabajando eternamente.
Me atrevo a pensar que nadie que por ahí camine o incluso, transite en automóvil, tenga la calma y la concentración para respirar el ambiente que lo caracteriza; por el contrario, visitar el centro histórico se ha convertido, por ahora, en un verdadero martirio, en una visita que no se disfruta, que no sabe igual, que cansa y provoca malhumor y aburrimiento, y más aún, que invita a no regresar a él por algún tiempo.
Aunque tal vez lo más lamentable, es que todo ése ambiente que se ha generado, sirve quizá de escenario para que la delincuencia pase desapercibida, se oculte entre el desastre y actúe bajo la sombra de lo inobservable, de lo aparente cotidiano que confunde al habitante de la ciudad o al visitante ingenuo que espera infructuosamente sorpresas que no llegarán.
No tengo duda que su necesaria intervención, para enfrentar la crisis generalizada que ha experimentado en los últimos años y que es necesario enfrentar, se presenta paradójicamente en un momento en que la revaloración de su centralidad histórica, se produce en el momento mismo en que ha iniciado tal vez su posible decadencia, acentuada sobre todo, por una incompleta proyección como espacio vital de las interacciones humanas y el despliegue inteligente de los usos sociales y culturales que en él se realicen.
Ahora más que nunca, resulta necesario recuperar una visión mas optimista de la ciudad en el sentido de que el centro histórico es menos un problema y más una solución; y esta visión tiene que ver con la necesidad de superar el estigma y el pesimismo que sobre él se empieza a generar, sobre todo al considerarlo como una fuente de anomia y caos que se expresa, por ejemplo, en una condición de pérdida de la memoria histórica y en una fuente que genera violencia o en un espacio que no crea valor a sus habitantes.
Y aquí aparece la doble condición que guía nuestra reflexión de hoy: el centro histórico debe recuperar su sentido de ser el espacio público por excelencia de la ciudad, y por ello, se debe convertir en la plataforma de innovación del conjunto de la ciudad al mismo tiempo que en objeto del deseo de la ciudad posible; es decir, el centro histórico debe ser entendido más como proyecto y no sólo como memoria; debe recuperase como espacio de encuentro de lo simbólico –es decir, las identidades- y lo cívico –es decir, la polis-, y que como tal, debe volver a ser el elemento estratégico de la estructura de la ciudad, y que le permita recuperarse –desde sus raíces históricas y culturales- como lo que verdaderamente es, en el elemento transformador de la ciudad en su conjunto.
Fortalecer nuestro centro histórico quiere decir, sobre todo, concebirlo más como proyecto y deseo de la ciudad posible y deseable para todos, considerando integralmente sus posibles soluciones desde las tensiones que hoy experimenta, tanto sociales, como económicas y culturales; asumiendo su condición pública a partir de la reconstrucción de su doble dimensión: en primer lugar, como espacio público que permite la renovación no sólo del ámbito que lo contiene, sino del conjunto de la ciudad, porque es el espacio que lo integra y lo organiza, a partir de lo público y no de lo privado, de lo colectivo y no de lo individual.
Nuestro centro histórico es ante todo, un espacio público porque es de dominio público; es decir, es un espacio donde se expresan y se forman voluntades colectivas para que la sociedad se represente en sus derechos y deberes, es decir, es el lugar donde se construye la ciudadanía.
Pero también es el lugar de encuentro de lo diverso, donde se expresa la calidad de una ciudad y su urbanismo; pero también, el centro histórico de nuestra ciudad es un conjunto de puntos de encuentro o un sistema de lugares significativos, tanto por el todo urbano como por sus partes; la ciudad tiene en su centro histórico, los puntos de encuentro y los lugares significativos que operan como un sistema para que pueda existir como tal, como ciudad.
Finalmente, con el inmenso poder simbólico que tiene el centro histórico como espacio público, es el lugar donde la sociedad se visibiliza y se representa, y por lo tanto, convive y se transforma.
Y eso, no podemos olvidarlo.