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Comenzaron las decepciones
Quito del Real

He aquí una nota interesante: el futuro vicepresidente, Alfonso Romo, será simultáneamente proveedor del gobierno federal, a partir de su empresa Agromod que, en teoría, producirá la semilla para reforestar miles de kilómetros cuadrados.
Este es un asunto muy delicado. En épocas anteriores, los funcionarios del gobierno se hinchaban de dinero por su participación en negocios donde no aparecían ni de broma como propietarios. Tenían testaferros que les llevaban en orden sus empresas. Tal discreción la abonaban a su futuro, prescindiendo de ser atrapados por conflictos de intereses.
Hoy eso ya no es así. Simplemente, lo que hace Romo es darle grasa a su cinismo y vanagloriarse con el uso del poder. Romo es un hombre muy astuto que se desliza por los corrillos políticos con su voz melosa y espiritual, para hacer negocios. Porque su vida es eso: hacer negocios por la vía más expedita y directa, sin importarle las dudas morales que eso le pueda acarrear.
Romo se cree genio. Considera que su mensaje de paz y de cordura, afinada por su profunda fe religiosa, es útil y práctica para poner en orden a los que no entienden cómo será el nuevo sistema para gobernar el país, acompañando el sexenio de Andrés Manuel. Siente que es el factótum, el as de la baraja, y así lo manifiesta en las entrevistas televisivas o radiales, porque asegura que es bueno para “sentarse” con todos los grupos o personajes para negociar política o espacios de poder, porque su canasta es tan amplia que puede integrar a los que deseen trabajar parejo con él, en el Proyecto de Gobierno que redactó junto con 200 expertos.
Alfonso Romo arrastra un estilo de comerciar que lo ha catapultado en la cumbre de los negocios. Salvo algunas fallas, como el cierre de la Tabacalera de Monterrey, siempre ha paseado con comodidad en la apertura de nuevas empresas. Casi siempre ha ganado.
El problema está en que el país no es un negocio. Es bueno recordarlo. Y, sin embargo, Romo lo ve con sed financiera. A muchos no les cabe en la cabeza que Andrés Manuel cometió un error al no acotar agudamente los espacios para los nuevos invitados, cuyos orígenes provienen de un medio de guerra permanente, agresivo, y que no se tentarán el corazón para abrir los “nuevos espacios” de desarrollo económico para sus cómplices.
El aguerrido Alfonso Romo, con todo y vocecita de gente humilde y discreta, sacará muy pronto del clóset a sus nuevos asociados, para anunciarnos que ya se hicieron dueños de varios espacios empresariales y financieros más, que los transformará en grupos muy poderosos, con la capacidad de regir y dominar políticamente al país por muchos años, porque esto se moverá como una gran fábrica cuya riqueza no será para quienes la producen.
López Obrador no tuvo grandes objeciones para abrir la empresa nacional a los patrones que han sido reconocidos por años como violadores de la Ley Federal del Trabajo, a raíz de sus ritmos de sobreexplotación. No sólo en Monterrey. Tienen en su frente la estrella de haber sacado su dinero del país en los momentos de crisis.
Pero ahora Andrés Manuel nos pide que confiemos en los que han hecho mucho daño al país, y que depositemos nuestra atención y fe en el talento del señor Romo.
Esto y otras cosas que hace el presidente electo sí que calientan.

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