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Respeto y congruencia.

Por: Juan Carlos Girón Enriquez

Decía mi abuela -que sobra decir era una mujer a quien la vida le dio muchas lecciones y que, como muchas mujeres en este país, sufrió discriminación, violencia de género y nunca bajó la mirada-, ella señalaba que cuando una persona hablaba de otra para denostarla sin fundamento, era como quitarle las plumas a un ave, arrojarlas al piso, tratar de recogerlas y volverlas a pegar al ave. El daño nunca se repararía, las cosas no regresarán al estado en el que se encontraban antes de causar el daño.
Justo eso es lo que recordé con los tendederos del acoso. Un gran número de acusaciones que no se comprobarán, la vida de muchas personas lastimada sin razón, las víctimas no obtienen justicia y los verdaderos victimarios no serán castigados porque la autoridad no puede dar formalidad a una hoja de papel colgada en un hilo. Esa no es la forma de iniciar una investigación formal, solo quieren venganza y no justicia.
Los protocolos de actuación para prevenir y sancionar la violencia sexual, el acoso laboral y el hostigamiento, se rigen por una serie de principios que permiten no solo hacer justicia, sino salvaguardar los derechos de todas las partes involucradas en el proceso. Como abogados, muchos lo deberíamos saber.
La dignidad y defensa de la persona, la debida diligencia, la confidencialidad, la no revictimización, un ambiente saludable y armonioso, así como la igualdad de oportunidades son esos principios, que buscan que los casos de acoso y hostigamiento sexual se atiendan a tiempo y se logren erradicar.
No pretendemos negar los ciclos pregresivos de violencia en los que se han visto las mujeres a lo largo de los años, por lo que coincidimos en que la violencia, la discriminación, el acoso y el hostigamiento deben desaparecer de todos los ambientes, ya sea laboral, escolar, social y en el hogar. También estamos concientes y coincidimos en que muchas de las veces, las instituciones han dejado deudas pendientes en estas materias, por lo que resulta imperioso exigirle al Estado y a la sociedad cambiar y mejorar sus prácticas, de tal forma que podamos ir erradicando de manera efectiva la violencia de la que las mujeres son vícitma en estos momentos.
La importancia de las acciones afirmativas es tal que permite que la sociedad cambie patrones de conducta y se combata de manera efectiva la discriminación y la violencia, no solo contra la mujer, sino contra todos los grupos vulnerables; sin embargo, una lucha justa debe ir sumando adeptos, que puedan discrepar en opiniones, pero con un objetivo común: erradicar la violencia.
Por todo lo anterior, se hace una atenta invitación a las personas que han sido víctimas de violencia, acoso, hostigamiento y discriminación a formalizar sus denuncias, a poner a trabajar a las autoridades. Exijamos juntos que se haga justicia, porque solo castigando al culpable se pueden erradicar las conductas que atentan contra la sociedad.
Muchas mujeres podrán decir que han acudido a las autoridades y no se les ha escuchado, pero eso no es justificación para que, dejando de lado las institucines, se rompa con los principios de presunción de inocencia y debido proceso. Otras podrán decir que a una víctima de violencia y acoso no se le respetaron sus derechos, y que entonces, ¿por qué se los habrían de respetar al agresor? Pero vivimos en una sociedad, y las sociedades tienen reglas, si no respetamos esas reglas, nos haremos acreedores a un castigo, después de haber sido oidos y vencidos en juicio; ese es el camino para castigar a un agresor.
La libertad de expresión no es un derecho sin límites. Todo ejercicio de un derecho tiene responsabilidades. Queremos denunciar públicamente a alguien, adelante, pero con pruebas, con responsabilidad. Esta sociedad necesita que se castigue a los culpables, adelante, activemos los procedimientos institucinales para que sea la autoridad quien castigue al agresor.
Si las instituciones no funcionan, o las leyes no son acorde a la sociedad, entonces exijamos a nuestros representantes para que las modifiquen o las hagan funcionar. La ley del talión no es la alternativa más civilizada. Como sociedad exijimos respeto para todas y todos. El Estado de Derecho es el pilar de una verdadera sociedad democrática. Solo fomentando el respeto a toda la sociedad, a las instituciones y a nuestras leyes, podremos garantizar la vida digna que todos estamos buscando.