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El valor de las cosas.
Por: Jenny González Arenas
En una sociedad que paga más a un jugador de futbol que a un médico, algo debe andar mal. Cuando es más importante una estrella de televisión que un maestro, entonces tenemos algo de que preocuparnos, pero cuando tiene más credibilidad un personaje de televisión que un investigador, ahí es cuando hemos logrado rebasar todos los límites.
Muchos podrán decir que es una empresa o un particular quien le paga al jugador, pero hay muchos médicos que trabajan para la iniciativa privada y también son sobre explotados y mal pagados. Lo mismo pasa con las estrellas de televisión o los maestros o los investigadores. El verdadero problema es la escala de valores que han estado inculcándonos por muchos años mediante diversos medios que nos han logrado convencer de que las cosas están bien como están.
Ahora, llega una enfermedad de fácil contagio, que nos abre los ojos y cierra las puertas de nuestra casa, de nuestra oficina, de nuestro empleo, nuestros centros de entretenimiento y tiendas favoritas, nos lleva a nuestro sofá y nos pone a reflexionar sobre estos temas.
Porque los jugadores están cómodamente sentados esperando que pase la cuarentena, mientras los médicos, el personal de salud, los investigadores se sacrifican y ponen en riesgo su salud día a día para que la gente pueda retomar su vida “normal” después de la cuarentena.
Los maestros siguen dando clases, por medios electrónicos, los que pueden, para que sus escuelas no les dejen de pagar – las privadas –, muchos empleados siguen saliendo a trabajar, exponiéndose y exponiendo a su familia, porque sus empleadores no quieren sacrificar su ganancia, pero de ellos nadie se acordará el día de mañana.
¿Volveremos a ser los mismos de antes? ¿Valoraremos de la misma manera los roles que cada uno desempeñamos en esta sociedad? ¿De verdad es más importante un programa de televisión, un partido de futbol que una clase, una investigación o un médico salvando vidas?
Si momentos como estos, de crisis mundial, y no me refiero a la económica, sino a la sanitaria, no nos motivan a la reflexión y al reacomodo de los roles, entonces la madre naturaleza tiene toda la razón de estar molesta con nosotros.
La salud es el motor de todas las sociedades, a lo largo de la historia de la humanidad, la fuerza, el poder se ganan y se pierden a partir de la salud, se genera conocimiento y desarrollo a partir de que hay sociedades sanas. Y si perdemos eso, ¿Qué estamos dispuestos a perder por mejorar nuestra salud?
Reflexionemos, ahora que estamos en nuestro hogar. El día de mañana, cuando salgamos, deberemos actuar y revalorar aquellas funciones esenciales para la sociedad, aquellas que no se pueden ni se deben suspender, aquellas que todos necesitamos y que estamos tan acostumbrados a recibir y que el día que no lo tonemos sabemos lo importante que es ese servicio.
No discuto la importancia del esparcimiento, pero valorar a quien cuida nuestra salud, a quien suministra medicamentos, a quien investiga día con día para aliviar nuestras enfermedades, quien limpia, quien cuida a nuestros hijos, a nuestros enfermos, a nuestros ancianos, merecen además de mejores salarios, un mayor reconocimiento social, porque sin ellos, muchos dejamos de ser productivos.