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La educación de calidad a distancia.
Por: Jenny González Arenas.

El ser humano es capaz de adaptarse a las dificultades que enfrenta, de eso no cabe la menor duda. La pandemia nos ha demostrado que, en diversos ámbitos de la vida diaria, hemos adaptado nuestros trabajos tradicionales a las nuevas dinámicas de trabajo requeridos por la situación sanitaria, la educación no ha sido la excepción.
Pero no todo es miel sobre hojuelas, al contrario, este nuevo escenario educativo laboral ha provocado una colisión de derechos y ha puesto en evidencia las deficiencias, no solo de los docentes, también de los alumnos y de las autoridades educativas y aquellas encargadas de proteger el derecho a la privacidad de las personas.
Por un lado, enfrentamos un mundo en el que no todos tienen acceso a la computadora, al internet o a un teléfono inteligente, por lo que resulta complicado hacer que el derecho a la educación llegue a todas las personas; por otro lado, enfrentamos generaciones de estudiantes muy sensibles a quienes no se les puede decir nada, pero que si son capaces de invadir la esfera de privacidad de los maestros y el resto de sus compañeros al grabarlos o sacar fotografías sin su autorización.
Nos enfrentamos a la colisión de derechos que ya se gestaba pero que creció exponencialmente ante la pandemia. Las redes sociales ya eran una invasión a la privacidad, pero las clases virtuales se han convertido en un riesgo permanente para la labor docente. Y no trato de defender a aquellos docentes que han sido grabados realizando propuestas fuera de lugar a las o los alumnos, pero si de comentarios sacados de contexto con el ánimo de perjudicar a los docentes, o de la incapacidad de muchos alumnos a asumir el proceso de enseñanza – aprendizaje con corresponsabilidad.
No se trata solo de exigir al docente que esté puntual en clase, que se conduzca con respeto a los alumnos, que cuente con los medios tecnológicos y pedagógicos para enseñar a distancia y que sea empático con las deficiencias de los alumnos. Se trata también de que el alumno asuma un rol proactivo en su propia formación, que no deje toda la responsabilidad de su educación en el profesor, que no invada su esfera individual sacando fotos y agregando filtros o haciendo memes y burlándose del maestro o de sus compañeros.
El mismo respeto que los alumnos exigen a gritos en las redes sociales, es el mismo respeto que ellos les deben a sus profesores, cumpliendo en tiempo y forma con sus tareas, siendo responsables y no cortando y pegando las tareas con información plagiada de internet, entrando puntualmente a clases, encendiendo la cámara de su dispositivo para que el maestro vea con quien está interactuando, enfocándose en la clase y no en jugar videojuegos mientras el maestro explica su clase.
La nueva normalidad exige respeto de los dos lados del monitor, porque nadie se fija que mientras se asombran por lo que los maestros dicen en clase, el alumno que lo graba también dice groserías y se escucha claramente en los videos y eso no es relevante. Porque no preguntarnos que hace un alumno grabando un video justo en el momento oportuno en el que el maestro hará un comentario que causará enojo o revuelo en las redes sociales, a nadie se nos ha ocurrido preguntarnos si esos maestros fueron provocados por los mismos alumnos. Mucha casualidad tener una computadora y al mismo tiempo el celular para grabar las faltas de sensibilidad de los maestros. Pero casualmente cuando se les encarga tarea sobran pretextos para no entregarla a tiempo, sobre todo alegan no tener internet o no tener computadora.
Son tiempos complicados, difícil tomar partido de uno u otro lado, pero siempre, frente al derecho a la educación, tenemos el derecho a la privacidad, y junto a ellos encontramos la libertad de cátedra. Mientras en el trinomio profesor – alumno – autoridad, exista una corresponsabilidad y se fomente el respeto, nada de lo que se ventila ahora en videos debería estarse viendo, pero si bien hay maestros que han actuado equivocadamente, también hay alumnos que lo están haciendo y las autoridades se han visto rebasadas en esta nueva normalidad.
Quien este libre de pecado que tire la primera piedra, porque aquí hay una corresponsabilidad que se está dejando fuera de la discusión. No es solo culpa del maestro, volteemos a ver a los alumnos, ellos también tienen algo de responsabilidad o irresponsabilidad.