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Quien tiene el poder.
Por: Jenny González Arenas.

El que tenga el poder tiene que saber usarlo y, lamentablemente, no siempre es para el bien de la comunidad. En este proceso electoral, al igual que en muchos anteriores, el uso del poder para favorecer al grupo en el poder ha sido una constante. La anulación de candidaturas, la improcedencia de recursos que son notoriamente procedentes, la permisión de las autoridades electorales con aquellos candidatos qué hay que favorecer y todo el peso de la ley para los que no quieren que ganen. Estas líneas son perfectamente aplicables a cualquier proceso electoral, tenemos en puerta el universitario y el estatal, cualquiera de los dos se puede identificar bajo las mismas premisas antes señaladas.

Lamentable, pero cierto. Una vez más, la comunidad no tiene opinión, la discriminación por razones de género o la exclusión por falta de acceso a la tecnología, son constantes en estos procesos electorales en puerta.

El problema está en que pareciera que nadie quiere darse cuenta y que las autoridades aprovechan la indiferencia para perpetuarse en los espacios de autoridad. Lo que menos interesa es el respeto a la norma, lo que menos les preocupa es que la gente esté molesta, ellos solo harán lo que esté a su alcance para seguir en el poder.

El problema está en que ni la división de poderes ni el equilibrio entre autoridades y funciones del estado logra garantizar el respeto a los derechos de la comunidad.

En momentos como estos es cuando debemos reflexionar si la formación de ciudadanía ha sido efectiva o no. Porque la realidad es que no es culpa del indio sino de quien lo hace compadre, porque quien está en el poder hará lo imposible, legal o no, por seguir ahí, y la ciudadanía es la que debe reaccionar para exigir el respeto a la ley y evitar que se perpetúen en el poder, pero o la ciudadanía no ve o tiene la creencia de que nada de lo que haga cambiará las cosas y se acostumbra a vivir bajo el modelo de dominación en el que se encuentra, pensando que nada lo puede cambiar.

Dicen que la soberanía es el poder en manos del pueblo y que ese poder soberano se traslada, a través del voto a sus representantes, el punto central de la discusión es que ni el
pueblo ha entendido que es titular del poder soberano, ni los representantes han entendido que tienen que cumplir con el mandato del pueblo. En algún momento de la historia el titular de poder se sintió gobernado y el representante de sintió el mandamás, esa inversión de papeles es la que no está costando trabajo superar.

En este mundo al revés, a nadie sorprende que quienes tienen ahora el poder lo sigan teniendo, que solo cambien de oficina, de partido, de puesto. Y que los que no tienen el poder solo se quejen sin tener autoridad a la que acudir para que sus quejas tengan eco, pues, al final de cuentas todo ha ido tomando un ritmo extraño y ya nada es, en esencia, lo que originalmente fue diseñado ser, ni la teoría de la división de poderes, ni la teoría del estado, ni la teoría de la autonomía han sido utilizadas como debieron ser y ahora son el instrumento para perpetuar el dominio de quien nunca se debió haber perpetuado en el poder.