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Reelección
Por: Juan Carlos Girón Enríquez
Inicia el proceso electoral y muchas -demasiadas, diría yo-, caras conocidas. Esta elección será un deja vú de la elección de hace cinco años. Como si aquellos candidatos, una vez que fueron electos, hubieran hecho un gran trabajo, y ahora regresarán a pedir el voto, ya sea para diputaciones y uno que otro para presidentes municipales.
Sabíamos que esto pasaría, al menos esperábamos que fueran un poco menos cínicos, que hicieran un ejercicio auto reflexivo en el que pusieran en una balanza lo poco o nada que hicieron por su comunidad, en un lado, y en el otro, su insaciable deseo de regresar al puesto que dejaron; pareciera que los ciudadanos no tenemos memoria y que no recordaremos el mal papel que hicieron, y que volveremos a votar por ellos.
El sistema electoral en México nunca ha servido a los intereses el pueblo, sino a los intereses de unos cuantos que, agrupados en partidos políticos, imponen a los representantes ante la cámara de diputados y senadores y, de manera conjunta, crean, modifican y derogan la legislación electoral a su acomodo, a su beneficio, con toda la clara intención de perpetuarse, de una u otra forma en el poder.
El ejemplo más claro de ese enquistamiento lo vemos en diputados y senadores que brincan de ser de representación proporcional a ser plurinominales de una elección a otra, sin el mínimo recato.
El pueblo vemos cómo las condiciones de vida de los representantes populares mejoran considerablemente después del puesto, lo que no podemos ver es que mejore la vida de la gran mayoría de los mexicanos, que seguimos viviendo en una ficción democrática, creyendo que con nuestro voto cambiamos al mundo, aunque la realidad es que las elecciones se definen en otro nivel y en otro momento, y todos los votantes no somos más que simples espectadores en el juego de la democracia mexicana.
Lo más reprochable de nuestro escenario democrático está en que aquellos por lo que el pueblo jura no volver a votar, ganan las elecciones, sin que nadie nos expliquemos cómo fue que obtuvieron tantos votos.
Muchos nos cansamos de pronunciarnos en contra de personas o de partidos políticos que no han hecho otra cosa que beneficiarse de las arcas públicas, pero nada podemos hacer si no somos mayoría, si la colectividad no eleva la voz y se manifiesta de manera conjunta para señalar lo que se hace mal, reprochar lo que se deja de hacer y reclamar a los malos gobiernos, castigar a los partidos y buscar un verdadero cambio de modelo democrático que verdaderamente nos represente.
Desafortunadamente, el sistema está diseñado para que nada cambie con las reglas vigentes, y para que las reglas cambien, necesitamos cambiar de jugadores, y los jugadores no cambiarán porque ellos son los que han diseñado estas reglas en las que ellos se sienten cómodos jugando.
Al final del día, ellos, los menos, se reparten el pastel, mientras nosotros, los más, jugamos a la democracia a sabiendas que vamos a perder, porque la ciudadanía estamos perfectamente conscientes de que llegue el que llegue, las cosas no van a cambiar.
Un verdadero diálogo ciudadano, con acuerdos, con propuestas, con intereses colectivos claros, fundados en la mejora de las condiciones de vida de toda la población, soportado en pilares como la igualdad, la libertad, el diálogo, el respeto y, lo más importante, cambiando nuestro modelo democrático, por uno que verdaderamente represente a la población, aunque ello implique que la clase política deje de serlo y que, con ello, terminen los políticos con privilegios y los partidos que gastan millones de pesos del erario público.
Pocos lo reflexionan, pero muchos nos