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Comienzan las carreras.
Por: Juan Carlos Girón Enriquez

Esta semana iniciaron las campañas electorales para la renovación de las autoridades municipales, algunas estatales y algunos congresos locales y la Cámara de Diputados. Muchas, demasiadas diría yo, caras conocidas. Y con la cara, indiscutiblemente se asocian conductas, que no siempre son las más recomendadas para el puesto para el que están pidiendo el voto.
Los que quieren repetir como diputados, tanto locales como federales, pueden ser fácilmente cuestionados por su trabajo legislativo previo y veremos que la respuesta o puede ser falsa o bien puede no ser la mejor respuesta; incluso podemos hasta cuestionarles porque nunca regresaron a su distrito o porque nunca hicieron nada por apoyar a la población que le favoreció con el voto, cuando pudieron hacerlo desde la legislatura, ya sea local o federal; o porque no cuestionarlos sobre el cambio de partido, porque la ciudadanía sabemos que un partido y otro tienen diferente ideología, entonces si un candidato cambia de partido, no solo es el color en la boleta, es la ideología que pretende representar. Pero nos hemos vuelto tan pragmáticos que la ideología no importa
Las presidencias municipales son otra historia, porque la reforma en materia de paridad de género ha obligado a uno que otro partido en algunos municipios a proponer caras nuevas, incluir mujeres porque la constitución así lo mandata.
Aunque podamos decir qué hay caras nuevas, algunos de esos rostros tienen apellidos muy conocidos, entonces no podemos afirmar que sea una carrera con el piso parejo para todos, porque desde antes que comenzaran las campañas ya se avizoraban acuerdos de la autoridad electoral, al menos la local, que ponían reglas distintas para las coaliciones y para los partidos que contenderían solos, una vez más, el árbitro electoral muestra su tendencia o predilección hacia ciertas coaliciones tratando de inclinar la balanza a favor de algunos candidatos.
El desequilibrio electoral no solo irá mermando la calidad de la contienda a corto y mediano plazo, sino que va desgastando la democracia mexicana, lo que pone en grave riesgo a nuestras instituciones políticas y la viabilidad de nuestro país a largo plazo.
México ha establecido un pacto federal con división de poderes que, en teoría debería garantizar el equilibrio entre los tres poderes, su autonomía y el respeto a la representatividad de la soberanía popular, sin embargo, pareciera que nuestra democracia se va convirtiendo en una democracia de élites entre las cuales se reparten el poder de manera discrecional, repartiendo curules, presidencias municipales y gobernaturas, sin que exista la más mínima consideración al pueblo soberano.
La visión democrática que se planteó el constituyente de 1917 dista mucho de la democracia partidista en la que ahora vivimos los mexicanos, pero también se aleja de los principios básicos de lo que se planteaba fuera la nación mexicana.
Bajo esa tesitura, las pocas candidaturas emanadas de la sociedad, que no son tan fácilmente identificables como figuras partidistas, deben de irse abriendo camino, poco a poco, en el anquilosado sistema de partidos mexicanos para buscar rescatar, aunque sea algunos espacios de representación en los que la ciudadanía se sienta identificada, porque los más, los políticos tradicionales, los que han brincado de un puesto a otro y de un partido a otro y ahora sus hijos, como herederos de esa tradición política, tienen coartada nuestra democracia mexicana y ponen en riesgo la viabilidad de todo el país por tratar de proteger sus intereses particulares.
Docente Investigador de la Unidad Académica de Derecho de la Universidad Autónoma de Zacatecas.
E-mail: giron705@hotmail.com