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En defensa de la UNAM y de las universidades públicas autónomas
Por: Claudia Edith Anaya Mota*

La fracción VII del artículo tercero de nuestra constitución política, establece que las universidades e instituciones de educación superior a las que la Ley le brinde autonomía, tienen la facultad y la libertad de gobernarse a sí mismas para lograr sus fines esenciales que son: educar, investigar, desarrollar la cultura, respetar la libertad de investigación y de cátedra, y por ende, tienen la posibilidad de diseñar sus propios métodos de evaluación, así como los requisitos de ingreso, permanencia y egreso de sus estudiantes.

La autonomía permite que las universidades discutan y desarrollen las ideas y el conocimiento en un marco donde se analizan todos los temas en un ambiente de profundo respeto. En las universidades (su nombre lo dice) convergen las más amplias formas de pensar, de concebir la realidad y es precisamente en este ambiente, donde aprendemos a exponer nuestras ideas, a dialogar, a sustentar nuestras opiniones, a defenderlas frente a nuestros maestros y compañeros, e incluso, a cambiar nuestra opinión. En otras palabras, aprendemos el valor de la convivencia social y de la democracia participativa como el mejor método de incidir para mejorar.

Las universidades públicas y autónomas, son la posibilidad que millones de jóvenes tienen para poder prepararse y así, subir en la escala social, sin dejar de lado la filosofía y los valores de servicio que nos enseñan en esas instituciones. De todas y todos es conocido que en este nivel educativo contamos con profesores e investigadores que están estudiando la realidad social y a partir de ahí, hacen llamados a corregir aquello que no nos brinda la oportunidad de avanzar como nación. Sus voces siempre son bienvenidas y valoradas por quienes estamos dispuestos a entender la realidad desde nuevas perspectivas y a partir de un método científico.

En la historia de nuestro país, hasta el momento, ninguna universidad pública ha estado alineada con una ideología única y predeterminada, no están totalmente identificadas con la derecha, el centro o la izquierda y es precisamente esta diversidad, lo que ha asegurado su supervivencia, su objetividad y su prestigio a través de muchas décadas.

Me alarman las críticas y ataques constantes que ha realizado el Presidente en contra de la Universidad Nacional Autónoma de México, a la que ha acusado de “derechizarse”; la estigmatiza y descalifica porque según su percepción, la UNAM no comparte su ideología, ni su punto de vista, pero tampoco quiere escuchar las razones que da la propia universidad para demostrar que su declaración está completamente fuera de lugar y está errada.

¿Qué sucedería si a las universidades públicas les quitasen la autonomía garantizada como derecho constitucional? Tendrían un esquema de pensamiento único, viviríamos una oscuridad en la generación de conocimiento, pues todo aquello que sea distinto del pensamiento dominante, sería erradicado o borrado, la crítica no sería posible, habría señalamiento en contra de aquellos que osaran salir de la línea dominante y en consecuencia, perderíamos la valiosa oportunidad de que surjan jóvenes distintos que dieran pie a los cambios que son necesarios para evolucionar como sociedad y sobre todo, las instituciones públicas de educación superior, perderían su esencia: ser el universo donde concurren diversas formas de pensamiento y entonces, seguiría su fin como los espacios que hoy conocemos.a.

*Senadora de la República.