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La dignidad en el servicio público

Por Claudia Anaya Mota*

El servidor público tiene bajo su responsabilidad distintas funciones que van desde administrar los recursos gubernamentales, atender las necesidades de la ciudadanía, administrar la justicia, velar por el respeto a las libertades y ante todo, procurar el bienestar de toda la sociedad a quien sirve.

Hay quienes para servir mejor a la gente, se capacitan constantemente para adquirir nuevos conocimientos y adoptar las mejores prácticas que permitan un desempeño más eficaz de sus funciones, todo ello sin dejar de lado la sensibilidad social y enalteciendo la dignidad en el servicio público; para ellas y ellos, mi reconocimiento.

La capacitación no es un gasto, es una inversión que sin duda, rinde frutos para el desempeño de la buena gobernanza, porque son las y los servidores públicos, la cara, la personificación del gobierno ante el ciudadano.

Por ello, es tan relevante que haya servidores públicos que enaltezcan la dignidad. La dignidad de un acto humano, se mide por la grandeza del fin que persigue. A lo largo de mi camino como servidora pública y representante popular, he conocido a más de un servidor o servidora pública que está dispuesto a innovar, motivado siempre por el objetivo de alcanzar una mejora sustantiva en la calidad de vida de las personas. El común denominador de todas ellas y ellos, es que han hecho de su labor una carrera y un fin en sí misma.

También hay que reconocer, que existen servidores públicos que llegan sin vocación alguna o como un pago a su participación en algún ejercicio político y es aquí, cuando tenemos el primer acto de corrupción: aceptar un cargo para lo cual, no hay experiencia, sensibilidad o vocación. Lo cierto es que el buen desempeño está relacionado con los valores morales individuales.

Cuando el mando superior es corrupto, no tiene ninguna autoridad para exigir integridad, rectitud u honradez a sus subordinados y entonces, la corrupción se extiende a otros servidores públicos al establecerse redes de complicidad. Desafortunadamente, cuando estos mandos superiores llegan a las oficinas gubernamentales sin experiencia y solo escudados en el poder político que los puso al frente, frecuentemente atentan contra la probidad de sus subordinados, quienes ceden ante sus órdenes por el temor a represalias y perder una carrera dentro del servicio público.

Los servidores públicos que no actúan conforme a los valores morales y tienen comportamientos indebidos, se traicionan a sí mismos y a la ciudadanía que les ha otorgado su confianza, así su conducta será más condenable y más dañina, en la medida de su autoridad o su poder.

La ciudadanía por su parte, tiene también la responsabilidad irrestricta de sancionar o señalar los actos de los malos funcionarios, proceder de manera legal, no alentar el cohecho y corresponde al poder legislativo, fortalecer los mecanismos de denuncia que puedan apoyar en el buen funcionamiento de la administración pública.

Desempeñarse acorde con los valores de la ética, es una tarea ardua y continua; es como hacer un deporte: debemos practicarlo todos los días de manera individual para permear a quienes nos acompañan en nuestras actividades dentro del servicio público, motivarlos y alentarlos para lograr la excelencia.

Si logramos el perfeccionamiento de estos valores, fortalecemos y perfeccionamos las instituciones con los mejores elementos humanos, entonces estaremos contribuyendo a un fin inmediato: relaciones de convivencia más justas.

*Senadora de la República.