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Cultura para inconformes…

Hablar de nada o el arte del silencio…

Decía Óscar Wilde que le gustaba hablar de nada porque era el único tema del que lo sabía todo. Lo afirmaba por supuesto con una hiriente observación sobre aquellas personas que al hablar mucho, en realidad no dicen nada.

Tal vez hace falta repetir aquel famoso dicho de la tradición judía: el sabio sabe lo que dice, el estúpido dice lo que sabe.

Cada día escuchamos por diversos medios como la televisión, la radio o las redes sociales, pero también en la calle, a muchas personas que nos muestran sin pudor las dotes que posean al momento de hablar: están hechos de nada, de banalidad, de obviedades, de demagogia, de superficialidad e, incluso no pocas veces, de vulgaridad.

Le pasa a muchas personas, jóvenes y adultos, y basta con salir a la calle, y dejarse envolver ante el diluvio de palabrería vana y vacía que propician por ejemplo las conversaciones a través de ese objeto de culto en que se ha convertido en nuestra época el teléfono móvil.

Existen programas completos de televisión y de radio, tanto analógicos como digitales, que se basan en esa inconsistencia y el hecho de que sean muchos quienes los ven, hace sospechar al menos que cada vez está más difundido ese tipo de personas que Óscar Wilde ridiculizaba tan despiadadamente; he aquí otras de sus citas favoritas: a veces es mejor callar y parecer estúpidos, que abrir la boca y despejar las dudas.

Pero resulta más lamentable aún, la frecuencia de este fenómeno entre los políticos o los aspirantes a serlo, que desde los cargos públicos, nos endosan solemnemente sus discursos de circunstancias o sus declaraciones a la prensa, parecen no dicen nada aunque lo afirmen todo con gran autoridad.

En ocasiones es mejor guardar silencio y hablar de nada.

Recordemos que la palabra silencio, según su definición académica significa abstención de hablar; en sentido figurado, es falta de ruido; en música es pausa. La palabra deriva del latín silentium-ii, que para Cicerón significa silencio y para Livio quietud, ociosidad. Los silentes eran los muertos para Ovidio y para Virgilio, los lugares solitarios; en español, silente es silencioso, tranquilo, sosegado.

Silencio es un término sugestivo, musical; encierra un no fonético y un no auditivo, llenos de elocuencia; sin embargo, en el hombre está colmado de pensamiento e intención; el silencio es parte importante del lenguaje, y junto con la palabra y el cuerpo, cumple la misión de proporcionar al hombre las posibilidades más elevadas que le ofrece su condición humana: expresarse y comunicarse.

No en vano, en el siglo dieciocho, la idea de escribir un arte de callar o un arte del silencio, llevó al Abate Dinouart -un eclesiástico mundano de origen francés- a publicar su Arte de callar como un tratado del silencio que sería un arte de no decir nada pero que en realidad y paradójicamente, sería más bien un arte de hablar porque como bien lo afirmaba, no existe nada fuera del lenguaje, ni nada contrario a él; no es en efecto un arte de hacer silencio, sino más bien un arte de hacer algo por otro a través del silencio.

Hemos olvidado el valor del silencio como una forma importante de comunicarnos, de expresarnos y de estar en contacto con otros; y esto es muy importante porque no hay que olvidar que cualquier salpicadura de estupidez y vaciedad puede alcanzar nuestras mentes y nuestras almas; recordemos a Platón, a quien debemos una bella definición que siempre se recuerda: el pensamiento es un diálogo silencioso del alma consigo misma; la palabra, un diálogo del alma con los demás.

Por eso hay que estar muy despiertos, cuidar nuestro lenguaje, saber guardar silencio y saber no decir nada para decir mucho, ser autocríticos y no olvidar el valor de mantener la boca cerrada, cuando sea necesario, para no decir tonterías.