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El día que México perdió el sueño
por Horacio Zaldivar

Cuando el político ríe, el pueblo llora
Horacio

Atrás quedaron aquellos tiempos en los que los niños salían sin temor a jugar a las calles; el obrero, el trabajador, el empleado regresaba a su hogar después de largas jornadas, motivados por llegar, cenar, descansar, dormir, en espera de un nuevo día. También las amas de casa, que al término de sus labores ansiaban una cama, un catre para descansar, y dormir, para al día siguiente dedicarse de lleno a sus labores con esmero, con la alegría de vivir.

Esos tiempos terminaron, ya nadie quiere que llegue la noche, nadie descansa, nadie duerme ante la pesadilla que el Estado ha convertido sus vidas y este país.

Jóvenes estudiantes que esperaban la hora para salir de sus casas, de la escuela, perdieron esa alegría por la vida, por disfrutar su juventud, ahora salen a las calles siempre con el fundado temor que quizás no regresarán. Los profesionistas sin importar sus status económico, también padecen psicosis, paranoia, ante la posibilidad de ser secuestrados por unos pesos, y ni siquiera ser regresados con vida, a pesar del pago, tampoco sus cuerpos.

Y qué decir de empresarios, comerciantes y profesionistas que también la delincuencia “organizada” y convencional los han elegido como sus futuras víctimas, inermes ante la beligerancia con que actúan al amparo de una evidente impunidad otorgada por el Estado. Los padres de familia no escapan a esta grave situación, que cada día temen la salida y puesta del sol cuando sus hijos están fuera de casa. La incertidumbre los hace presa fácil de sus temores, paliados sólo por las constantes llamadas telefónicas para constatar que aún están bien, que no les garantizan el regreso sanos y salvos a su hogar.

En México millones de mexicanos ya no duermen, tampoco esperan la llegada de un nuevo día, ante la gravísima violencia que se padece, que no distingue niños, jóvenes, adultos, adultos mayores, para hacerlos sus víctimas con una psicótica crueldad que ha convertido sus vidas en un infierno. Ante este dantesco escenario, muchos aplauden culpando a un pasado del que formaron parte, convirtiéndose en cómplices de facto, y muchos en autores intelectuales.

Sin embargo, los partícipes de la conducción del Estado, están exentos de estos temores, lo suyos son perder el poder. Gobernantes y políticos en su gran mayoría son cómplices, y también autores intelectuales de masacres, secuestros, asesinatos, extorsiones, que al amparo del poder mecen con impunidad la cuna de la barbarie en contra de millones de mexicanos que sufren, lloran, y que terminan por huir de su gran país, extrañando aquellos tiempos de paz social, que ha sido sustituía por una criminal dictadura que les ha arrebatado el sueño.

Miserables, también los que les aplauden