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Una nueva era en la SCJN.
Por: Jenny González Arenas
El inicio del año representa esperanza. La población mexicana sueña con un mejor país, con seguridad, con igualdad, que se acabe la impunidad. Pero no hay buenos augurios.
Los primeros días del año, en los que una mujer fue nombrada por sus pares como ministra presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación se ha visto opacado por el plagio de la tesis de licenciatura de Yasmín Esquivel Mossa, quien también aspiraba a presidir la Corte y era la consentida del presidente de la República para ese puesto.
Varios puntos que abordar sobre el tema:
Primero, a título personal, la Ministra Presidente Norma Lucia Piña Hernández tiene los méritos más que necesarios para ocupar ese puesto. No me cabe duda que realizará su encargo de manera digna y, espero, defenderá la autonomía del Poder Judicial Federal, que es tan necesaria para evitar que la democracia mexicana se siga desvaneciendo como venía pasando anteriormente.
Segundo, es lamentable que la atención de los medios de comunicación se desvíe, centrándose en la preferida del presidente, en lugar de reconocer el avance en materia de paridad que se ha tenido en nuestro país. Quiéranlo o no, la elección de una mujer para ocupar la presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación no es cosa menor, por el contrario, es un gran avance y hay que reconocerlo en su justa proporción.
Tercero, no minimizó, al contrario, me sumo a las demandas de todas las voces que exigen que se sancione el acto deleznable que se ha señalado y que ya ha sido revisado por las autoridades universitarias. La sanción ha de ser ejemplar, porque no se trata de un asunto menor, por el contrario, estamos hablando del ejercicio de una profesión, como muchas otras, que requieren de ética profesional para su desempeño, porque en las manos de las y los licenciados en derecho, las personas ponen sus bienes, su familia, su libertad y hasta su vida. Las y los litigantes así como las y los juzgadores tienen una gran responsabilidad social y no se puede pasar por alto el plagio de una tesis de licenciatura en derecho, porque eso contraviene todos los principios éticos y morales que rigen la labor jurídica.
Las y los profesionistas que han tenido que elaborar una tesis de licenciatura, de maestría o de doctorado, saben la gran responsabilidad que un trabajo de esa naturaleza conlleva, de las horas de trabajo, lectura, redacción y revisión que lleva aparejado la elaboración de una tesis, que se convierte en un reto personal y un compromiso profesional y que, al defenderlo, no solo se trata de demostrar que se es capaz de contestar preguntas, sino que se tienen argumentos, producto de la investigación realizada, para obtener el título o el grado para el que tanto se trabajo, no es un esfuerzo menor, por el contrario, requiere de un gran empeño personal, familiar y profesional. Y al término de los exámenes de licenciatura o de grado, se toma protesta para cumplir las normas que rigen el ejercicio de la profesión con responsabilidad y ética, pero ¿Qué se puede esperar de alguien que no realizó ese esfuerzo, que no tuvo la diligencia debida para realizar su investigación y, a sabiendas que el trabajo defendido no era de su autoría, tomó protesta a pesar de haber violado la norma?
El principio del fin de la impunidad en nuestro país puede ser aquí, imponiendo las sanciones a quien violentando la norma y la ética, plagió una trabajo de investigación, lo defendió como propio ante un sínodo al que engañó y tuvo el descaro de protestar respetar la norma cuando lo que la llevó a ese acto formal fue, precisamente, la violación de la normatividad.
Ya se ha dado el primer paso para la nueva era de la SCJN, el segundo paso sería la sanción a quien ha violentado la norma. Que la esperanza de la nación mexicana de que este año se haga justicia se comience a cristalizar en la SCJN.