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Perspectiva de género.

Por: Jenny González Arenas.

Se aproxima el 8 de marzo y no podemos evitar la reflexión. La evolución de temas relacionados con los derechos de las mujeres a lo largo de la historia ha ido variando con el paso de los años: las mujeres y el empleo, la participación de la mujer en la política, la igualdad de la mujer en todos los aspectos relacionados con lo público y lo privado, la violencia contra la mujer, evidenciar las problemáticas particulares de las mujeres en diferentes entornos, visibilizar todo lo que puede ser un obstáculo para el ejercicio de los derechos de las mujeres, las niñas, las adultas mayores, en todas las razas, de todas las creencias y las preferencias; no es un tema de moda ni de modo, es un tema del que se tiene que hablar y que tenemos que discutir.
La normalización de conductas, comentario y acciones que por mucho tiempo pudieron parecer cotidianos nos ha llevado a minimizar muchas formas de violencia y de agresiones encaminadas a menoscabar el derecho de las mujeres en diferentes aspectos de la vida, tanto pública como privada; sin embargo es fundamental que hagamos evidentes esas conductas y comencemos a erradicarlas en aras de generar condiciones en las que las mujeres dejen de ser el objeto de acciones, conscientes o inconscientes, que tengan por objeto menoscabar el ejercicio de sus derechos y libertades.
Por mucho tiempo hemos normalizado formas de violencia que sin parecer violentos, generaban condiciones de menoscabo en el ejercicio de los derechos de las mujeres, de la misma forma fuimos normalizando acciones que, encaminadas a generar condiciones de igualdad, se utilizaron como mecanismos para limitar la participación de la mujer en la toma de decisiones, a grado tal que se encontró la manera de desviar la intención de las acciones afirmativas y solo llegaron a ser la pantalla para, posteriormente, regresar al status quo.
No conformes con encontrar la manera de evitar que las acciones afirmativas cumplieran su objetivo, también se han desarrollado patrones de conducta en el que la confrontación entre mujeres y modelos de conducta o estereotipos femeninos chocan con otros modelos o roles y se desarrolla una narrativa en la que una forma de conducta es mejor que la otra o una manera de llevar a cabo tales cuales funciones son más decentes que la otra y eso también es violencia.
El problema radica en que muchas de las veces no dimensionamos lo que puede ser una conducta que se encuadre en un modelo de violencia, confundiéndola con un comentario o una simple opinión y es, justo en ese límite, el que ha permitido que la violencia contra la mujer en espacios de toma de decisión no se encuadre como violencia política en razón del género, porque se disfraza de diferencia de opiniones.
A pesar de los obstáculos, poco a poco tiene que ir permeando en la sociedad en general la posibilidad de que las mujeres tienen la misma capacidad que un hombre de ocupar un espacio de toma de decisión de tal relevancia como la presidencia de nuestro país, por ejemplo, en donde hace algunos años esto era impensable y en esta elección es el resultado más probable. Tener la certeza que el ocupar un espacio de toma de decisiones no está vinculado a ser hombre o mujer, sino a la capacidad de cada persona a estar en ese espacio y tomar las decisiones adecuadas.
El tema de los espacios de toma de decisión es un tema que debe dejar de verse desde la perspectiva del género y comenzar a verse desde la perspectiva del bien común.

Secretaria General del SPAUAZ