Julieta del Río
Cuidemos la salud mental mediante la privacidad
El 10 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Salud Mental, una fecha impulsada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para sensibilizar a la población sobre los desafíos que enfrentan millones de personas en el mundo y la necesidad de garantizar acceso a la atención y al acompañamiento emocional. Hoy, este tema es más urgente que nunca, sobre todo en un entorno digital que, aunque nos conecta, también puede distorsionar nuestra percepción de la realidad y de nosotros mismos.
Vivimos inmersos en una cultura digital donde predominan las apariencias: viajes, cuerpos y estilos de vida que parecen perfectos. En redes sociales, todo se ve más feliz y exitoso. Sin embargo, esa “perfección” muchas veces es una ilusión cuidadosamente construida, y el compararnos constantemente con ella puede generar ansiedad, frustración o depresión, especialmente entre niñas, niños y jóvenes. Lo que debería ser un espacio de convivencia e intercambio, se ha convertido en ocasiones en un escaparate de presiones y juicios.
A ello se suma una preocupación creciente, la obsesión por obtener likes, seguidores y validación. Las plataformas digitales premian la exposición, y en esa búsqueda de atención dejamos, muchas veces sin darnos cuenta, una gran cantidad de información personal expuesta. En esa frontera entre la vida privada y la digital se abren riesgos que afectan tanto nuestra seguridad como nuestra salud mental.
No debemos olvidar que las redes sociales se alimentan de nuestros datos personales. Cada fotografía, comentario, ubicación o interacción construye un perfil sobre nosotros que puede ser utilizado para dirigir publicidad, influir en comportamientos o incluso vulnerar nuestra privacidad. Una vez en internet, es casi imposible borrar completamente lo que compartimos, y eso también genera estrés, miedo o culpa cuando descubrimos que perdimos el control sobre nuestros propios datos.
Por eso, proteger nuestros datos personales es también una forma de cuidar nuestra salud mental. Es un acto de autocuidado digital. Implica reflexionar antes de publicar, limitar la información que compartimos y enseñar a nuestros hijos e hijas a navegar de manera segura, sin que su autoestima dependa de una pantalla. La alfabetización digital y la protección de la privacidad deben ir de la mano con la educación emocional.
Como sociedad, tenemos el deber de acompañar a las y los jóvenes en este entorno cada vez más complejo, donde el ciberacoso, el grooming y otras formas de violencia digital se han vuelto más comunes. No se trata solo de hablar de seguridad tecnológica, sino de bienestar integral y construir espacios digitales más humanos, empáticos y menos hostiles.
La salud mental no se limita a la consulta médica, también se fortalece cuando las personas se sienten seguras y respetadas en todos los entornos donde viven y se comunican, incluido el digital. Cuidar nuestros datos, limitar la exposición y reconocer el valor de nuestra privacidad son pasos esenciales para lograrlo.
En este Día Mundial de la Salud Mental recordemos que el bienestar comienza también por lo que decidimos compartir y proteger. En tiempos donde todo se publica, resguardar nuestra intimidad es una forma de resistencia, pero sobre todo, de amor propio.