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Debate Político.

Por: Juan Carlos Girón Enriquez.

Mientras mas se acerca el proceso electoral, mas se alejan los políticos de las necesidades del pueblo y se acercan mas a la ambición del poder por el poder. Se trata simplemente de ganar, no de gobernar. Los intereses personales sobrepasan los intereses colectivos, la mezquindad de ganar sin importar el descredito, la descalificación o simplemente el mentir, solo por tener el poder, no importa la falta de propuestas, lo mal encaminado de las plataformas electorales, la inviabilidad de lo que se promete, se trata simplemente de resultar triunfadores en la contienda, ser diputado local o presidente municipal, diputado federal o senador, ya no se diga, presidente de la república.
La democracia mexicana se ha convertido mas en un circo que en un ejercicio de ciudadanía, es lamentable como los jóvenes por desconocimiento, los adultos por indiferencia, los mayores por hartazgo, no quieren participar en la política porque simple y sencillamente, el objetivo se ha perdido.
Cuando una persona se vuelve ambiciosa y se olvida del sentido de participación social para ocuparse de sus propios intereses es cuando esa persona debe alejarse de la política, porque la política en esencia, tiene otro sentido, uno social, uno de solidaridad, uno de pertenencia y de colaboración.
Por ejemplo, los debates, que deberían ser el espacio en el que los candidatos públicamente confrontan sus ideas, exponen su ideología y la fundamentación de sus propuestas, proyectos, agendas, programas, por el contrario, se convierten en espacios de ofensas, de campañas negras carentes de propuesta y sobre todo de ideología.
Qué podemos esperar de todo un abanico de candidatos que han echo a un lado la ideología de sus partidos para hacer alianzas con los contrarios, ideológicamente hablando, para poderse subir en la silla. Dónde quedan los principios de los partidos, los que motivan a una persona a inclinarse por una u otra opción, dónde quedan los ideales, los objetivos, donde queda la representatividad de un sector de la población que se afilia o que vota por ellos por la ideología que representan.
La respuesta es sencilla, en ningún lado. No hay ideología, ni principios, ni objetivos, ni proyectos a largo plazo, simple y sencillamente un interés particular, el de ganar, el de servirse del pueblo, no al pueblo, el de satisfacer sus intereses personales y de su minúsculo grupo que accederá al poder junto con ellos, la sociedad, la ideología, los principios quedan en un tercer o cuarto plano o definitivamente son borrados por completo.
En que momento la democracia mexicana se convirtió en pragmatismo, en que momento el beneficio personal sobre paso el colectivo, en que momento los ideales revolucionarios se vieron fragmentados y masacrados, en que punto la construcción de una potencia a largo plazo se transformo en un objetivo personal a corto plazo, sin importar ni el país ni el mañana solo el individuo y el ahora.
No, no estamos diciendo que la clase política sea millennials y por eso no le preocupe el mañana, porque al menos esa generación tiene características muy positivas, tienen una preparación académica de grado superior, son emprendedores, tolerantes, características que difícilmente encontramos en la clase política. A diferencia de los millennials, la clase política de cualquier partido que ahora aspira gobernar nuestro país, incluidos muchos independientes, no son ni tolerantes, ni emprendedores, mucho menos preparados, simplemente piensan en como hacerse del poder sin propuesta, sin proyecto colectivo, sin solidaridad.
Que bueno fuera que los debates cumplieran con su función de confrontar ideas y proyectos en lugar de intercambiar insultos y ofensas. Pero en una democracia como la nuestra eso sería mucho pedir.

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