“Y tú ¿qué me cuentas?”
segunda parte
Por LA MADA (Magdalena Edith Carrillo Mendívil)
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Empecemos a platicar pues con el arte. Mi primer diálogo será, como había comentado en la primera parte, con el Guernica. Mi primera impresión fue siendo yo muy joven, muy niña mejor dicho, fue verlo con los ojos muy abiertos y sin entender nada pero asumiendo que era una obra importante, importante porque lo libros decían que era importante. Sin embargo había algo detrás de ese extraño cuadro con figuras que abrían los ojos más que yo cuando lo observaba, algo pasaba … algo pasó que provocó que esa pintura, más allá de la fama autor y de la perfección de su composición, fuera “importante”. Quedó pues grabada en mi memoria, escuchar Guernica era sinónimo de tragedia, aún y antes de conocer la historia del bombardeo al poblado. Una vez que conocí someramente los hechos me impactó aún más y comprendí por primera vez en mi vida que una obra de arte te puede contar, o hasta gritar, su historia por sí misma, aun cuando no se tenga conocimiento ni de arte, ni de historia, tal cual como lo hizo Guernica conmigo.
En mi niñez, para ser exactos durante el periodo de los 10 a los 12 años, sufrí de un pánico incomprensible e inusual a la guerra, escuchar las campanadas de Catedral me ponía la piel de gallina, imaginaba que en cualquier momento dichas campanadas anunciarían el inicio de un movimiento armado, de verdad, a partir de las 5 de la tarde mi corazón empezaba a latir fuerte y contenía la respiración, estaba segura que la fatalidad llegaría en cualquier momento. No sé si esta sensación estaba ligada a la historia que apenas conocía sobre esta población Vasca o me quedan ecos de vidas pasadas, el caso es que este temor pasó y ahora ese tañer se tornó alegre y esa nostálgica tonalidad del cielo que se presenta a la hora “cero”, que otrora me paralizaba la respiración, hoy me invita a relajarme, me gusta.
Madrid, es una de mis ciudades favoritas, me siento feliz estando ahí, bueno me sentí feliz la única vez que he estado ahí y seguramente la voy a disfrutar cada vez que regrese, porque voy a regresar y uno de motivos es volver a plantarme frente al Guernica con una visión diferente, muy diferente. El primer encuentro, en persona, en vivo y a todo color… mejor dicho en tonos grises con una pátina dorada en el museo Reina Sofía, fue como encontrarme con un viejo amigo en una fiesta rodeado de “sus amigos” a quienes yo no conocía, un encuentro ansiado con un amigo con quien tienes mucho que platicar y no puedes porque está atendiendo a sus otros amigos (a quienes no te interesa para nada conocer). Para el colmo, el sujeto que me tomó la foto era tan distraído… que no se fijó que mi cara decía desesperadamente: “¡Quita el flash!”, resultado, en mi maravillosa foto al lado del Guernica en el justo momento en el que no había tanta gente, salgo con la mandíbula tensa, suplicante que quitara el maldito flash, obviamente nos regañaron. Ver el Guernica fue muy impactante para mí, sabía que era grande, pero la verdad no tenía conciencia de que tan grande era en el sentido de grandeza emocional y mi sistema emotivo bastante dañado en aquel momento no estaban en condiciones de recibir semejante impresión. Tal vez estuvo bien que mi “amigo Guernica” no dialogase conmigo en aquel momento, hubiese sido muy poco empática, por tanto me concreté a ver la obra como lo dijo Picasso: “El toro es un toro y el caballo es un caballo. Son animales sacrificados. ¡Y esto es todo en lo que a mí respecta!”. Entrar en un diálogo con la obra no es nada fácil partiendo de que al propio autor no le interesaba dicho diálogo, le interesaba la emoción que la obra desprendía. En el Guernica, su búsqueda por plasmar mediante figuras el drama que vivía España, trasporta su cuadro a la misma intención que tiene un poema, con una sorprendente visión poética,. Considero que su poesía se teje con su pintura, causando el estupor que sale desde adentro de quien observa, lejos de cualquier comparación con lo ya existente en el mundo exterior, se provoca una experiencia única que viene del interior, de cada interior… muy interno y muy propio.
Al final de la Primera Guerra Mundial nuevas fórmulas literarias tratan de abrirse camino. La búsqueda de nuevas rutas para la plástica- cubismo, expresionismo- se habían ido filtrando en la poesía. Ortega y Gasset publica en 1925 La deshumanización del arte, este ensayo nos ofrece una valiosa guía para definir, filiar, este arte nuevo. Personalmente me sirvió mucho para poder dialogar con el Guernica, así como cuando conocemos algo más de la personalidad de alguien y decidimos si queremos o no platicar con esta persona. Ortega y Gasset extracta algunos principios para este nuevo arte que aquí menciono muy resumidamente: 1 Impopular, la mayoría de la gente no lo entiende es, digamos, antipopular. 2. Arte puro, eliminación de elementos comunes que aseguraban la popularidad de la obra. 3. Actitud antirrealista. Inventar lo que no existe. 4. Simultaneidad y perspectivismo. La realidad puede contemplarse desde variados enfoques. 5. Deshumanización del arte. Abandono de lo humano, lo anecdótico y lo sentimental. A la Mada le gustan todos, puedo decir que el favorito es el 4… mirar desde diferentes puntos, ángulos, humores… cristales, a veces “como nos va en la feria”, por ejemplo con la pintura de La Magdalena como la Melancolía de Artemisia Gentileschi, hubo una época en la que no la podía ver “ni en pintura”, hoy me provoca una profunda ternura, además, me gusta su pelo.
Creo que este diálogo va a durar varias partes, nuestra conversación con el Guernica apenas comienza y para endulzar la plática les dejo este poema de Picasso:
recogiendo limosna en su plato de oro
vestido de jardín
aquí está el torero
sangrando su alegría entre los pliegues de la capa
y recortando estrellas con tijeras de rosas
…
Sin dolor nace el toro
que es el alfiletero delos gritos
Fin de la segunda parte platicando tímidamente y sirviendo apenas el tinto.