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Las encuestas de opinión no pueden preverlo todo …
Dra. Verónica Arredondo*

Las encuestas de opinión, como las conocemos, tienen su origen en el periodo de entre guerras del siglo XX. La encuesta es un sistema de investigación que utiliza un conjunto de métodos y técnicas para obtener un resultado, estadísticas, números, que pueden ayudar a conocer el estado futuro de un problema. Básicamente, para lo que funcionan las encuestas es para obtener información acerca de algún aspecto de la realidad social.

Las encuestas de opinión, respecto a la preferencia de un candidato a un puesto gubernamental, fueron comenzadas a usarse en la segunda parte de la década de los 30 del siglo pasado en los EEUU. Después, otras instituciones de países como Francia e Inglaterra las implementaron para conocer las preferencias de sus votantes y saber cómo dirigir de una manera más exitosa las campañas electorales. El primer candidato que basó la estrategia de su campaña en encuestas de opinión electoral fue John F. Kennedy. Kennedy advirtió las necesidades y expectativas de sus probables votantes y entendió las directrices que tendría que seguir si quería obtener su apoyo y ganar las elecciones.

Las encuestas de opinión son una herramienta súper importante para prever cómo se desarrollarán los comicios electorales, cómo será la realidad política y qué es lo que va a ocurrir en el futuro. Resulta trascendental que las encuestas se sostengan en una base científica y matemática, pero aunque ello exista, es mucho más crucial que los encuestados participen con su opinión. Porque una encuesta resulta irrelevante si los encuestados simplemente se muestran indiferentes a la misma.

Quizá se empleó una metodología fallida, pero los resultados de las principales encuestadoras en EEUU arrojaron datos que no se sostenían en la realidad, en los dos últimos periodos de elecciones, es decir, sus números difirieron por mucho con el desenlace electoral. Quizá las edades contempladas, el grado de estudios, lo indecisos, no fueron variables suficientemente tomadas en cuenta a la hora de presentar la descripción de la investigación, o simplemente por alguna razón las y los encuestados decidieron no revelar sus preferencias.

Hay un tema real y preciso que se debe de analizar y tener mucho en cuenta cuando se realizan las encuestas: la no respuesta a una pregunta. Puede resultar muy fácil descartar una encuesta porque el encuestado no respondió, no nos informó de lo que queríamos saber, evadió la naturaleza del cuestionamiento. Lo que va a pasar si hacemos ello, ignorarlo, es que estadísticamente, no podremos presentar un estado real de la situación. Es decir, nuestro análisis de la realidad será, por mucho, muy diferente a la realidad misma. Muchas veces la no respuestas de las encuestas representan porcentualmente alrededor de la mitad, algunas -veces rebasan este porcentaje- del cúmulo de cuestionarios que se realizan y son técnicamente difícil de interpretar por no decir interpretables; científicamente no pueden ser tratadas, pero deben de ser contempladas en el resultado final, porque de otro modo, estaríamos cometiendo un error imperdonable.

¿Por qué la gente no responde a una encuesta cuando ha dado su consentimiento? Tenemos que pensar que cuando alguien es sometido a una encuesta, ya se le informó de qué va el asunto y este dio su consentimiento para participar en ella. ¿Y por qué no responde a las preguntas que se le están planteando? No lo sabemos, pero lo podemos imaginar.

La gente puede estar enterada del tema de la encuesta, de hecho puede contar con toda la información posible, pero, y si, simplemente se niega a responder, ¿cuál será nuestra interpretación? Tenemos que ser más hábiles para describir los resultados de una encuesta de opinión respecto a las preferencias electorales. O podríamos ignorarlas.

Los partidos políticos no pueden omitir el resultado de las encuestas que programan para reconocer las preferencias de los electores, pero tampoco pueden sostener al cien porciento sus campañas en ello. La cuestión, el dilema, se localiza en que no podemos fiarnos totalmente de las estadísticas en un momento preciso, pero siempre hay que contemplarlas.

Lo que los partidos políticos deberían de hacer independientemente de las encuestas es que podrían incentivar el voto. ¿Cómo? Hay demasiadas herramientas para llevar a cabo la tarea. Si el objetivo es que la gente vote, lo primero que tendríamos que hacer es exigir que los partidos estén interesados en hacerlo y eso es bastante simple. Para lograr que una persona vote, tenemos que conseguir que se interese en el producto, en la propuesta, no solo en las tendencias de las preferencias colectivas respecto a un canditado(a).

Si tenemos una propuesta válida en cuestión de política, tenemos entonces una plataforma a la cual asirnos. Podemos presentarnos como una alternativa válida de gobierno a un cúmulo social, que tenga la capacidad de elegirnos.

Las encuestas de opinión no pueden preverlo todo, pero pueden ayudarnos a encontrar una realidad que avizoramos. Si somos capaces de reconocer el estado de la realidad presente, podríamos anticiparnos a los problemas que se avecinan.

Los partidos políticos tendrían que incentivar el voto, que promocionarlo, que decir que hay que votar por sobre todas las cosas. Eso nos ayudaría a que la democracia funcionara de una mejor forma. O no. quizá nos haga falta más historia, más problemas, pero por el momento nos bastaría conque la gente participe de las instituciones electorales.

*La autora es profesora-investigadora de la UAZ y directora de Sin Sesgo Consulting S.C., especialista en el área de preferencias, elección social y sistemas electorales.