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Transformar: el papel fundamental de la Energía

Por José Luis Pinedo Vega*

Producir es transformar. Desde los romanos y los griegos hasta hace dos siglos la capacidad de transformación de la humanidad seguía siendo prácticamente la misma. Se disponía tan solo de la fuerza muscular de las personas, algunas veces auxiliada por herramientas, por animales, otras veces mediante las primeras máquinas, carretas y grúas. La capacidad de transformación era sumamente limitada, El trasporte marítimo, lo más evolucionado de la antigüedad, utilizaba, remeros y el viento; mientras que para preparar alimentos se utilizaba la leña. Se vivía con fuentes renovables.
Las limitantes de la producción eran el número de trabajadores y territorio. Se necesitaba mucho territorio y mucha gente para producir. En esa época, la guerra era fundamental para conquistar territorios y esclavos para obligarlos a trabajar. De esta manera un puñado de gentes –la nobleza, la clase política y los ejércitos- vivían a costa de miles de esclavos o súbditos. No, en los hechos no había democracia, ni en Roma.
A costa de los esclavos, se construía diversos tipos de edificaciones, muchas de ellas admirables hoy en día, que tardaban decenas y hasta centenas de años en ser construidas. Y a costa de esclavos, se acaparaba producción y riqueza, y se comercializaba.
Y así, la historia se repitió durante siglos.
En el siglo XVIII se inventó la máquina de vapor, que requería leña para moverse y a su vez requería rieles, y para construirlos necesitaba mucha más leña. De tal forma que la depredación de los bosques acompañaba el progreso técnico.
Afortunadamente, el carbón, que se extrajo del subsuelo, sustituyó la leña y se interrumpió la depredación de los bosques y se detuvo la deforestación. Poco después, ya en el siglo XX, el petróleo -que también se extrae del subsuelo- relevó al carbón, por contener mayor poder energético, por ser más fácil de transportar, y porque, aunque producía humo no producir hollín. Y ambos, carbón y petróleo, cambiaron el curso de la historia pusieron a salvo los bosques.
Las maquinas demostraban que podían realizar muchas veces más trabajo que los humanos y eran mucho más eficientes. Y ya no se necesitaron más los esclavos. Digamos que el carbón y el petróleo salvaron también los esclavos.
Con la multiplicación y el desarrollo de las máquinas y el uso de carbón y petróleo, la capacidad de producción aumentó y con ello se generó más riqueza, el comercio se intensificó y comenzó a haber ya no solo riqueza acaparada, sino riqueza en excedente, y comenzó a haber crecimiento económico, el Producto Interno Bruto (PIB). Y desde entonces los políticos prometen más y más crecimiento. Como si solo se tratara de conceder un deseo.
Hasta mediados del siglo XVIII, no había crecimiento, la capacidad de producción era constante porque dependía de la fuerza muscular y un uso limitado de energías renovables. Salvo los nobles, la gente pasaba los días enteros en actividades que permitieran nutrirse, incluidos fines de semana. No, no había vacaciones, ni jubilación.
El crecimiento económico apareció con la industrialización, y ésta no hubiera sido posible sin el dominio de la energía y la conjunción de tres factores: capital, trabajo y la productividad global de factores -que se puede traducir como la capacidad que las economías tienen de producir a partir de los stocks de infraestructura, capital y trabajo-.
Gracias a la energía y a las maquinas podemos vivir en ciudades y aprovechar los productos del campo. La energía y las maquinas se encargan de traer todo lo que consumimos desde lugares algunas veces muy lejanos. Y podemos tener tiempo libre, fines de semana, vacaciones pagadas, jubilaciones. Quienes hemos estudiado hemos pasado hasta 20 o más años de nuestra vida, estudiando, es decir sin aportar nada para nuestra subsistencia.
Y el sistema no es justo porque la gente que produce lo que consumimos, prácticamente no tiene tiempo libre ni las remuneraciones que se dan en las ciudades, por hacer cosas que por lo general son improductivas.
La modernidad tiene siglo y medio. De esto casi no se habla. En las nuevas generaciones una gran proporción piensa que siempre ha habido, celulares, internet,… y que todo es desechable. Porque a la sociedad actual es raro que se le inculque la capacidad de asombro. ¿Cuánto hace que hay estufas, refrigeradores, o simplemente WCs y regaderas en la propia casa? ¿ Cuánto hace que solo había radio y no había televisión? ¿Qué tecnología contiene en un celular y que hace posible que podemos estar conectados todo el día con el mundo? Son preguntas que casi nadie se hace. Simplemente somos usuarios, y somos muy exigentes cuando algo no funciona. Porque asumimos que todo lo merecemos.
Quien tiene carro, obvio es completamente incapaz de construir un carro, sin embargo, piensa que con el trabajo que hace, se lo merece. Cosa que es completamente absurda. Y este ejemplo se puede extender a todos los bienes tecnológicos que disponemos. Pensamos que merecemos lo que tenemos, que lo hemos ganado con el sudor de nuestra frente. ¡Por favor!
Pero, cómo hacer entender a toda una sociedad que lo que hoy tenemos, es a costa de la historia, y a costa del trabajo y la inteligencia de gente que nos antecedió y sobre todo a costa del deterioro del medio ambiente. El ser reconocedores, no se da en maceta, es cuestión de educación. Pero la educación se nos fue de las manos. Porque se ha perdido de vista qué y para qué es la educación y a quien corresponde cultivarla.
Tratemos de ejemplificar lo que significa la asociación máquina-energía. Con un litro de gasolina, todos tenemos claro que, se puede mover un carro que pesa del orden de 500 kilogramos, durante 10 o 15 km, a una velocidad de entre 100 y 120 km/h, y tarda entre 5 y 7.5 minutos. ¿Cuánto tiempo requiere una persona para mover ese mismo carro con su fuerza muscular? Probablemente requiera días, aunque no lo podría hacer en forma continua ¿Y aumentando el número de personas? No se pueden amontonar más de 3 o 4 personas empujando un carro, y tampoco se podrán alcanzar los 100 km/h. Esos son factores limitantes. Relevando personas de 3 en 3 tal vez ese recorrido probablemente lo harán en 5 horas. No podrían jamás llegar a los 100 km/h; aunque imaginariamente podríamos extrapolar y llegar a la conclusión que, un litro de gasolina, produce un trabajo equivalente a 1200 personas.
Y, sin embargo, a la gente le parece que la gasolina es muy cara. Ah! y en este ejemplo no se consideró que las 1200 personas necesitan a su vez alimentarse. Y esto habla del poder de la combinación energía-máquina.
La gente se altera por los precios de la gasolina, del gas e incluso del carbón, cuando en realidad su precio es ínfimo. El consumo mundial de petróleo representa el 3% de la economía mundial. Sin embargo, mueve más de la tercera parte de la tecnología mundial. Y todo es tecnología actualmente.
En los hechos el petróleo – y todos los recursos naturales del subsuelo, llámense energéticos o minerales- no tienen un precio real. Lo que se paga es la extracción, el transporte, la purificación, la refinación, la comercialización. En ninguna parte se paga, ni siquiera se piensa pagar, la depreciación de los recursos naturales.
Y ese es el problema fundamental del deterioro ambiental. Se ha acuñado una mentalidad social utilitaria y consumista.
Pero no porque las cosas sean baratas tienen porque despilfarrarse.
Si reflexionamos, y sobre todo si actuamos, podemos llegar a muchas conclusiones que nos haga ver como la especie más inteligente y más racional del planeta. Porque actualmente somos la especie más depredadora.
La energía ha transformado todo, pero la transformación que se ha quedad muy atrás es la del pensamiento humano.

*Dr. Maestro Investigador del CREN- UAZ