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EL MARTIRIO DE LOS MAESTROS

Por: Isadora Santivañez Ríos

Desde hace ya dos años, la humanidad entera ha sufrido los estragos de la pandemia ocasionada por el COVID-19 y sus variantes, las cuales cada día son más intensas y contagiosas, nos encontramos ante una situación totalmente novedosa, en la que nuestra forma de vida y de pensamiento ha cambiado de manera abismal, limitándonos en todos sentidos, principalmente en nuestra forma de socialización, aprendizaje y metodología laboral.
Uno de los sectores que más ha sufrido con la pandemia y que más dificultades ha tenido para poder reactivar sus actividades es el sector educativo, el cual se encuentra en total abandono en nuestro Estado.
Como hija de docente puedo reconocer de manera real y latente el sacrifico que realizan muchos profesores para sacar adelante sus actividades laborales, desde preparar una clase, lidiar con los conflictos familiares de algunos alumnos, tratar de guiar en el camino a quienes los necesitan, ocuparse y preocuparse por los casos especiales que detectan con sufrimiento de abusos, maltratos, violencia y pobreza, así como la deserción escolar provocada por muchas cuestiones culturales y pensamientos arraigados.
En cualquier comunidad rural de nuestro Estado, podemos dar cuenta que, el docente, al igual que los encargados del sector salud, junto con las madres de familia, son los principales precursores de las actividades que guían el desarrollo cotidiano de los municipios. Son los maestros, lo que día a día hacen su mayor esfuerzo por mantener organizados y unidos a los habitantes de las zonas rurales, sacrificando en muchas ocasiones salario, comodidades y beneficios.
La labor del docente es sumamente gratificante, pero también altamente desgastante, ya que estar tantas horas al día frente a los alumnos, guiando, no solo una clase, sino a toda una sociedad, es una responsabilidad significativa, que debe reconocerse y valorarse.
En este periodo, en el que las clases se han tornado de manera inesperada a una modalidad virtual o semipresencial y reconociendo la realidad que tiene nuestro Estado, la labor del docente, hoy en día, debe ser más que reconocida, manifiesto mi total admiración por aquellos profesores que han estado al pendiente de todos sus alumnos durante esta pandemia y que han improvisado espacios dentro de sus hogares para dar una clase digna, para motivar a sus alumnos y hacerlos sentir que vale la pena seguir preparándose.
En estos tiempos tan complejos para la humanidad, el valor del maestro da muestra clara de las bondades sociales que aún conservamos y es por tal motivo que considero injusto, lacerante y denigrante que en estos momentos el sector educativo se encuentre totalmente desprotegido por nuestras autoridades, que se burlen de ellos, que los engañen, que les prometan y después no cumplan con los acuerdos a los que se llega. El magisterio, hoy en día está lastimado y es nuestra responsabilidad social apoyarlos en su lucha desde la trinchera en la que nos encontremos.
En un acto de reciprocidad, la sociedad entera, debemos unirnos y alzar la voz en unísono a favor de nuestros maestros, jubilados y pensionados. No debemos permitir que les sigan dando a cuenta gotas lo que por derecho les corresponde, que los tengan en el abandono, con la necesidad de pedir prestado, de emprender en otras áreas de oportunidad buscando la supervivencia de ellos y de sus familias, que sufran anímicamente los estragos de la presión y el estrés que lleva consigo la carga de no poder llevar el sustento a casa, de dar alimento a sus hijos, de ayudar a curar alguna enfermedad o continuar incluso con la educación de los suyos.
Los maestros señor Gobernador, no merecen ese trato, no merecen que se les dé la espalda y se les mande a Palacio Nacional a tocar puertas que ya le san sido cerradas una y otra vez en los diversos órdenes de Gobierno, ellos lo necesitan a usted, tomándolos de la mano, acompañándolos, guiándolos, haciendo lo que le corresponde, lo que es su única y exclusiva responsabilidad, lo que usted les prometió cuando estaba en campaña, ellos necesitan que se ponga a hacer su chamba y deje de darles largas, que deje de voltear al pasado buscando culpables de un problema actual y latente.
Los maestros hoy alzan la voz y salen a las calles en muestra de unidad y hartazgo, mientras nuestras autoridades y sus líderes sindicales se limitan a emitir mensajes desde la comodidad de sus casas, oficinas o escritorios, en los que ni resuelven ni dan posibles soluciones.
Nuestra total solidaridad y apoyo al magisterio, la sociedad zacatecana, está con ustedes y reconoce y admira su valor para seguir alzando la voz y luchar por lo que les corresponde!!!