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EVOLUCIÓN DE LAS RELACIONES COMERCIALES DE MÉXICO

Por: Isadora Santivañez Ríos

En el mundo capitalista en el que vivimos, dentro del que estamos atravesando por una era global marcada por el neoliberalismo y el libre mercado, es importante tomar en cuenta todo lo referente a la producción, distribución y comercialización de los bienes y servicios más destacados de cada territorio, por lo que las relaciones comerciales llegan a ser un punto fundamental para impulsar el crecimiento y posicionamiento de cada país.

En el caso mexicano, a pesar de mantener niveles de pobreza del 13.9% en el ámbito rural y 12.8% en el ámbito urbano, así como un déficit equivalente al 3.2% del Producto Interno Bruto, nuestro país conserva una gran diversificación de su comercio exterior a través del establecimiento de una red de acuerdos de libre comercio que lo conectan de manera privilegiada con un aproximado de 45 países, siendo sus socios comerciales más importantes Estados Unidos, Canadá, Japón y Alemania.

Si bien es cierto que se considera que México inició sus relaciones comerciales con otros países a partir de la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, la realidad es que desde inicios de la década de los 60´s, nuestro país participó en negociaciones comerciales con algunos países de Latinoamérica, al integrarse a la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio, creada por el Tratado de Montevideo, en donde también participaron países como Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela, quienes acordaron establecer un mercado común.

Sin embargo, con la entrada en vigor del TLCAN, la evolución de los procesos comerciales de los diversos países, la modernización y tecnificación de los mercados y la incorporación de las plataformas digitales a las estrategias de mercadeo; las relaciones comerciales comenzaron a verse afectadas, por lo que, a partir de 1994, tras la incorporación de nuestro país a la OMC, los tratados comerciales a los que nos fuimos adhiriendo como nación se fueron transformando y ampliando.

Se comenzaron a incorporar negociaciones de mayor alcance, posicionando un área de libre comercio con estándares globales en la definición de inversiones, producción, comercialización, distribución, acceso al comercio, normas fitosanitarias, laborales y medioambientales, entre otras.

Es decir, las relaciones comerciales fueron evolucionando y diversificándose, al grado de que el comercio apuntaló el nuevo orden mundial que se consolidó a lo largo del siglo XIX, basado en una relativa libertad de comercio, la ruptura paulatina de las barreras arancelarias y el crecimiento de las relaciones multilaterales.
Durante el siglo XX se siguió un modelo de regionalización, en el que a través de bloques comerciales se fueron estableciendo relaciones comerciales más selectivas, con regiones que contaran con características comunes y específicas, para de esta manera formar bloques que permitieran incorporarse al mercado mundial de manera más competitiva y dinámica.
En la actualidad, México cuenta con 12 Tratados de Libre Comercio y con 32 acuerdos comerciales, siendo sus principales productos de exportación los alimentos y bebidas, el tabaco, los productos químicos, el hierro y el acero, los minerales, el petróleo, los textiles, los automotores y los productos eléctricos. Las relaciones comerciales que ha establecido nuestro país le han permitido posicionarse a nivel mundial y mantener una política de apertura en la que se ha consolidado como difusor del modelo comercial norteamericano, hacia los países de Latinoamérica y actualmente de la región de Asía y el Pacífico.

Sin embargo, dichas relaciones aún se encuentran en evolución y es necesario aprovechar la privilegiada posición geográfica en la que nos encontramos ubicados, para de esta manera, lograr ser competitivos y no quedarnos rezagados en este mundo globalizado, ya que es preocupante ver como la llamada Cuarta Transformación, liderada por Andrés Manuel López Obrador, ha establecido una política económica de estancamiento y retroceso, en la que su principal fundamento de política exterior es la “estabilidad interna” y en donde se ha optado por re direccionar todo el recurso destinado a cuestiones externas hacia un solo proyecto de gran calado, limitando y acotando nuestro destino económico a una sola obra, la del tren maya, poniendo todas nuestras esperanzas en un naciente proyecto, la historia se encargará de juzgar estas decisiones, sin embargo, la lógica nos indica que la estrategia está errada y que finalmente, seremos los mexicanos, los que terminemos por pagar los platos rotos.

*Lic. en Relaciones Internacionales, violinista y política