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AUTORITARISMO, INTROMISIÓN Y CINISMO

Por: Isadora Santivañez Ríos

Pese a que aún falta un año para que inicie el próximo proceso electoral y más de dos para que se dé el cambio de gobierno, el escenario político a nivel nacional se encuentra enfocado en la sucesión de Andrés Manuel López Obrador y en la posible consolidación de la Cuarta Transformación.

Durante su Informe de Gobierno, el Presidente de la República hizo una clara alusión a los resultados de las próximas elecciones, afirmando que no tiene duda de que nuestro país seguirá consolidando los postulados que él claramente anunció durante sus 12 años de campaña buscando acceder a dirigir las riendas de nuestro país.

Andrés Manuel dio una serie de datos en donde de manera evidente manejó los números y las estadísticas a su favor, sin embargo la realidad que impera en las calles y en las familias de los mexicanos es dura, precaria y preocupante.

México está a la deriva, los sectores más vulnerables se encuentran desprotegidos y nuestras autoridades parecen sumergirse en un escenario paralelo a la realidad, en el que todo gira en torno a la visión y postura de un Presidente dominante y autoritario.

AMLO ha dejado claro que tiene un interés específico en mantener el rumbo que lleva su administración y sus proyectos, es decir, pretende heredar el poder al más puro estilo de las monarquías europeas y del llamado viejo PRI.

La pregunta aquí sería, ¿quién será la o el ungido para la ya cercana sucesión? Ya que todo apunta a que los procesos internos del partido en el poder no se realizarán de manera autónoma, sino que se guiarán bajo la rienda que dé rumbo a la visión y postura del Presidente de la República, generando una evidente intromisión en los mismos.

Pareciera que toda la idea de cambio, de progreso y de transición a una verdadera democracia quedó meramente en críticas, señalamientos y falsas promesas.

Los procesos internos tienen una misma tesitura a las indeseables “formas” del autoritarismo jerárquico de los anteriores gobiernos.

El reciente proceso de consolidación de la democracia en nuestro país va en retroceso, lo cual es altamente preocupante.

Andrés Manuel critica a quienes no piensan como él, a quienes no se alinean y lo hace de manera dura, directa y amenazante.

En su última visita a nuestro Estado, expresó abiertamente su molestia y desacuerdo a la postura del Senador Ricardo Monreal, quién no solo es un aspirante a la Presidencia de la República, sino que también forma parte de un poder autónomo, que se encuentra en un mismo nivel jerárquico al del Ejecutivo.

El mensaje fue claro, ¡no me gusta lo que estás haciendo! Y eso, en un país en donde las leyes son manejadas a modo, en el que la justicia se ha vuelto selectiva y en el que la voluntad de un hombre predomina sobre las necesidades de un pueblo, es una verdadera señal de alerta.

Un Presidente no debe cuartar a ningún representante popular, no debe siquiera opinar y menos de manera pública respecto a su actuar y pensar, señalando las decisiones que toma como representante del pueblo.

Los poderes de gobierno no pueden rebasarse de esa manera tan sínica y descarada, el poder legislativo debe actuar de manera autónoma, libre y consciente, y si esto no le gusta a nuestro Presidente, entonces, él no entiende el significado de la democracia y todo aquello que pregonó durante tantos años, lo tira por la borda de manera abierta.

Los únicos llamados a rendir cuentas a nuestros representantes son los ciudadanos y con estas acciones el México de hoy, está en alto riesgo de perder el rumbo de su insipiente democracia.