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Deberíamos tener la costumbre de cuestionar lo establecido… 4 de diciembre de 1954

Dra. Verónica Arredondo

Nuestra sociedad es conservadora y eso es un hecho que no podemos negar. En un país que se caracteriza por poner trabas en el desarrollo de los ciudadanos, un país que impide sistémicamente que las mujeres ejerzan sus derechos, un país anclado a sus “tradiciones” y “costumbres”, resulta una hazaña que nosotras logremos conquistas como el ejercicio del sufragio, como que se nos pague igual que a los hombres realizando los mismos trabajos, como autodeterminarnos y sobrevivir en un contexto que nos acosa y nos subyuga.
México es heteropatriarcal y machista. Pero aun así las mujeres de a poco hemos ido avanzando en nuestro crecimiento como seres humanos y ciudadanas. En este momento de la historia, convivimos al menos 3 diferentes generaciones de mujeres (o 5, de acuerdo a diversas autoras). Somos más de la mitad de la población y en nuestras manos se encuentra alcanzar una sociedad más justa y equilibrada.
Pienso en nuestras abuelas, en nuestras madres, las condiciones en que crecieron y se formaron. Si para nosotras ha sido difícil desarrollar nuestras habilidades y aptitudes, para ellas fue mucho más complicado. Pienso en mi madre, que en estos días cumplirá años y que es la destinataria de este texto. Mi madre se ha ido deconstruyendo a pesar de las circunstancias y no gracias a ellas. Ha ido cambiando su pensamiento, acercándose por medio de la empatía a las condiciones de este presente. Nuestras madres, nuestras abuelas, no pensaban como nosotras, pensaban y actuaban de acuerdo a la directriz patriarcal porque así fueron educadas. Pero la reflexión, la comprensión las han llevado a empatar con nuestras exigencias y demandas.
Yo le debo en enorme cuantía lo que soy a mi madre, ella ha comprendido que en el mundo actual el papel de las mujeres se ha tenido que transformar a la fuerza. Nuestra fuerza la ha contagiado y ha comprendido que las mujeres tenemos un papel tan importante como el de los hombres porque la sociedad no fue diseñada para darnos cabida; hemos tenido que irrumpir en todos los niveles y escenarios para que recuperemos la voz y el desarrollo que nos debería ser natural y no concedido a cuentagotas.
Tenemos que reconocer que el contexto en el que vivimos obstaculiza nuestras mentes y nuestros cuerpos, que no contamos con el libre albedrío que se presume y que deconstruirnos implica mucho más trabajo que si fuéramos hombres. Las condiciones sociales, culturales y económicas en un país neoliberal, nos somete a vivir marginadas y en situación de pobreza. El desarrollo humano no es factible en un país que se empeña en mantenernos invisibles, ante un gobierno que no comprende que las acciones afirmativas son indispensables para que las mujeres podamos salir a la calle sin miedo, ir a trabajar, a estudiar, a investigar. Requerimos de la actuación ciudadana para que de verdad nosotras podamos ser lo que queramos ser, respaldadas por la estructura con la que los hombres sí cuentan.
Tenemos mucho que trabajar, y dar el valor real a actividades que el machismo considera labores propias de mujeres como el cuidado, la crianza, las actividades domésticas. Me pregunto, ¿qué es de las amas de casa que son un sostén invaluable en las familias? Un ama de casa se encuentra desprotegida, no tiene un salario, seguridad social, nunca se podrá jubilar. Y sin embargo, las actividades que realizan son el cimiento más fuerte para que otros podamos construir nuestras vidas y el futuro. Mi madre es un ama de casa que ahora se hace estas preguntas, que ahora se cuestiona el valor de la familia tradicional, la conformación de la familia arquetipo. Nuestras madres y nuestras abuelas de a poco cuestionan los paradigmas y tratan de comprender la necesidad de los cambios.
Hace décadas mujeres como nosotras lucharon por conseguir derechos ciudadanos y cívicos, nuestras abuelas, nuestras madres, de muchas maneras irrumpieron en el escenario nacional para cuestionar los privilegios que tenían los hombres. Entraron a las universidades, fundaron pequeñas empresas, votaron, porque supieron que los hombres nunca iban a ceder un palmo en el poder. Hoy nosotras tenemos la obligación de continuar con su lucha que es nuestra lucha y que será la lucha futura de las mujeres del futuro.
Habrá muchas cosas que no entendamos, habrá cuestiones que ni siquiera vislumbramos que nos hacen falta, pero necesitamos imaginar mundos nuevos donde sea posible que las mujeres habitemos sin encontrarnos en desventaja. Me hubiera gustado construir esa sociedad más justa para mi mamá; sé que ella se encargó de uno y otro modo de ofrecerme cariño, amor, atenciones, oportunidades, para que pudiera desarrollarme y alcanzar mis objetivos.
Como lo dije en un párrafo anterior, nos deconstruimos en desventaja, arrancando en el último lugar de la parrilla. Muchas mujeres quizá todavía no advierten que las cosas que conocen como normales y naturales, son injusticias, y son sistémicas, estructurales e incluso están programadas así para que nunca nos desarrollemos.
Deberíamos tener la costumbre de cuestionar lo establecido, de dudar de lo que se nos dice. No tenemos por qué caminar el camino de flores que nos ha llevado a perpetuar la tradición de estar detrás de los hombres. Mi madre lo ha comprendido, y yo sigo en la reflexión, hay temas que aún no comprendo pero que sé que son necesarios en la discusión pública.
No vamos a permanecer calladas ni conformes, debemos establecer las rutas en todos los frentes para continuar con la transformación de la sociedad y lo haremos juntas.

4 de diciembre de 1954