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Una educación universal y libertaria

Dra. Verónica Arredondo

24 de enero Día Internacional de la Educación

Miro la barda que rodea el perímetro de una primaria en Zacatecas, el muro tiene una pinta de niños arribando al centro escolar y una leyenda que reza, “La escuela es mi segunda casa, pero mi casa es la primera escuela”. La consigna la conocemos de lejos, yo la escuché desde los 9 o 10 años, recuerdo. La escuela es nuestra segunda casa, vuelvo a leer y advierto un detalle: en el mural solo aparecen niños. ¿Y las niñas?

Hace algunos años la UNESCO proclamó el 24 de enero como el Día Internacional de la Educación, este año se acordó dedicarlo a todas las niñas y mujeres de Afganistán que tienen impedido su derecho a aprender, estudiar y enseñar. La UNESCO afirma que: “Sin una educación de calidad, inclusiva y equitativa para todos y de oportunidades de aprendizaje a lo largo de toda la vida, los países no lograrán alcanzar la igualdad de género ni romper el ciclo de pobreza que deja rezagados a millones de niños, jóvenes y adultos. En la actualidad, 244 millones de niños(as) y jóvenes están sin escolarizar y 771 millones de adultos son analfabetos. Su derecho a la educación está siendo violado y es inaceptable. Es hora de transformar la educación.”

Este 24 de enero de 2023, además de ser dedicado a las niñas y mujeres afganas, se trabajará el lema “invertir en personas, priorizar la educación”. Se les pide a todos los países miembros de la ONU que generen políticas públicas en torno a la educación, que se adscriban a compromisos e iniciativas mundiales que aceleren el progreso para cumplir todos los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Asimismo, la UNESCO destaca que se deben priorizar los modelos educativos que demanden la equidad de género y que incluso ostenten una perspectiva feminista.

Por ello y por más es que vuelvo a la barda y me pregunto: ¿Y las niñas?

Hace poco más de un año me encontré con una propuesta educativa de la maestra en Humanidades y Procesos Educativos por parte de la UAZ, María Guzmán, la cual de hecho abordé brevemente en una de estas columnas. Recuerdo que la propuesta atendía a la revisión de los programas educativos para replantearlos desde una perspectiva de equidad de género y feminista. El texto, contaba con distintos postulados que enumero aquí, observaba sobre aspectos como: contenidos y recursos que
reproducen estereotipos; normalización de comportamientos y juegos; agrupación espontánea de estudiantes por sexo; lenguaje sexista promovedor del acoso y el hostigamiento; silencio de las voces de la infancia y la juventud; ocupación inequitativa de espacios escolares; trato diferenciado; asignación sexista de tareas a estudiantes y a padres y madres de familia; ausencia de promoción de la participación igualitaria en los espacios escolares; violencia simbólica; normalización del miedo.

Al día de hoy, no sé qué ha sucedido con la propuesta, sé que formaba parte de un diplomado llamado Políticas Públicas de Prevención de la Violencia Feminicida en Zacatecas: Pautas de Análisis y Prácticas Constructivas. En esa labor académica debieron de haber surgido más propuestas similares que abarcaron seguramente otros ámbitos distintos de lo educativo. Eso nos indica que el Estado, en teoría, sí estaría trabajando para incidir estructuralmente en contra de la violencia y a favor de la educación de las niñas y mujeres, ¿o no?

Pero no lo sabemos ni lo tenemos claro. Crecimos en un mundo donde todo ya estaba dispuesto y etiquetado. Los niños iban a usar el azul y jugar con los carritos y las niñas vestirían de rosa y cargarían nenucos. Entonces el Estado, ¿qué tiene que ver con la perpetuación de estereotipos de género? Pues mucho.

Existen conductas culturales muy arraigadas, comportamientos que nunca han sido cuestionados, prácticas que parecen naturales. Creo que como sociedad, tenemos la tarea de analizar nuestro contexto, lo que hacemos y lo que dejamos de hacer ante estos fenómenos sociales. El papel del Estado debe ser el de promover políticas educativas que cierren la brecha existente entre niñas y niños; y que incidan en los usos y costumbres que no benefician de ninguna manera a las niñas. ¿Cómo se lograría esto? No tenemos una respuesta contundente, pero tenemos que pensar que se requieren diagnósticos del estado del problema. ¿El Estado y sus instituciones están haciendo algo al respecto? Puede ser que sí y puede ser que no.

Distintas acciones en el ámbito internacional y nacional son llevadas a cabo todos los días para abatir la distancia que existe entre las niñas y los niños que acceden a la eduación, acciones que aún resultan insuficientes, pero que son necesarias. Diversos análisis nos dicen de la importancia de la escuela en la construcción de las relaciones sociales y los roles de género. Las políticas educativas resultan entonces indispensables para terminar con estereotipos y alcanzar una sociedad más justa.

Si pretendemos que la educación tenga cualidades de alcance universal y promueva libertades y no diferencias, el papel de los Estados, del Estado mexicano en nuestro caso, debe de ser trascendental y dirigirse hacia la formación de ciudadanas y ciudadanos que se desarrollen con igualdad de oportunidades y sin etiquetas.

Como vivimos en México, sabemos que las políticas educativas responden a modelos que atienden demandas burocráticas corporativistas; que han sido formuladas bajo un modelo de educación mixto y no a uno coeducativo; las políticas de quidad de género implementadas actualmente, carecen de una reflexión interna e ignoran por omisión la carga cultural que implican.

El Día Internacional de la Educación reclama que los gobiernos e instituciones entiendan de una vez por todas no solo deben de invertir en sus sistemas educativos sino que tienen que perfeccionarlos dejando patente que las niñas y mujeres ocupan un lugar primordial en la construcción de las sociedades. La de los Estados, es garantizar que cualquier niña que asista a la escuela no será discrminada ni tendrá más dificultades que los niños.

El Estado, la sociedad, los diferentes estamentos de las comunidades, se verán beneficiadas si se alcanzan los objetivos. Pero es menester que el objetivo sea empoderar a niñas y mujeres; presentarles un escenario en donde ellas puedan elegir una profesión, un oficio, un área de conocimientos, en donde se desarrollen sin contratiempos ni obstáculos, uno donde no sean vistas inferiores por ser mujeres.

¿La escuela es una segunda casa? ¿La casa es una primera escuela? En un país lleno de trabas para el desarrollo de niñas y mujeres, uno donde los feminicidios no hacen más que aumentar, ni casa ni escuela son garantía de nada. El país, el Estado, sus instituciones, la sociedad, están obligados a garantizar el desarrollo y seguridad de las mujeres, sin ningún tipo de condiciones.