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LAS RAÍCES HISTORICAS DE LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER

Por: Isadora Santivañez Ríos

La violencia contra la mujer tiene raíces históricas que se han arraigado con el paso del tiempo, convirtiéndose en un sistema cultural que ha ido evolucionando, es por ello que resulta de gran relevancia hacer un balance de la deuda histórica que tiene la sociedad con el género femenino, debido al sin número de maltratos e injusticias que este ha recibido desde inicios de la humanidad.
No podemos dejar de lado el hecho de que desde un aspecto físico y de supervivencia, la ley del más fuerte puso en un segundo plano a la mujer, ya que el varón era el encargado de la caza, la recolección y de llevar el sustento al hogar, mientras la mujer, se dedicaba al cuidado de los hijos y a generar las condiciones para que todo aquello de lo que era provista, pudiera materializarse en una condición estable de desarrollo.
Sin embargo, este arraigo del hogar y la inferioridad muscular y física, colocaba a la mujer en una condición de vulnerabilidad, en la que ella y los hijos, “dependían” del varón para poder sobrevivir.
Con el paso del tiempo, mientras las sociedades iban conformándose y se desarrollaron los primeros pueblos, la mujer llegó a considerarse como “inferior” al hombre, y así fue como se comenzó a arraigar una cultura que, a la larga, hizo mucho daño a este género y lo fue invisibilizando y minimizando, al grado de asumir como algo “normal” que la mujer fuera un ser inferior al hombre, socialmente hablando.
Posteriormente, durante el siglo XIX, mientras las sociedades se consolidaban y desarrollaban, se estableció una visión de abnegación y sacrificio para la mujer, en la que “el ideal femenino”, debía ser, convertirse en un “ángel del hogar”, cuyas metas y aspiraciones se limitaban de manera exclusiva en idealizar la maternidad y el cuidado del hogar, manteniendo recato y silencio, en todo momento.
Fue durante el siglo XX que comenzaron a surgir los primeros indicios de la defensa de los derechos de la mujer, y con ello su inclusión dentro de los roles sociales de la época.
Primero se les permitió trabajar y con ello ganar un sustento, sin embargo, sus salarios eran precarios, por no decir inexistentes y sus condiciones laborales similares a las de cualquier esclavo.
Pero los movimientos feministas, o grupos de defensa comenzaron a surgir y con ello las voces de muchas mujeres que exigían el derecho al voto, siendo este acto de “sesión” del varón a la mujer, la punta de lanza para posteriormente, adoptar otras causas y otras luchas sociales.
Sin embargo, tuvieron que pasar 200 años, desde que iniciaron los primeros pobladores, para que la mujer lograra tener su primer derecho o concesión social, lo que marca toda una cultura de sumisión, relego y violencia que se arraiga hasta lo más profundo de las raíces ideológicas de la sociedad. Y que, hasta la fecha, a pesar del gran número de reformas e iniciativas que protegen a las mujeres, indudablemente se mantienen vigentes.
Sin duda alguna, la violencia contra las mujeres se ha normalizado dentro de nuestros roles sociales, a lo largo de la historia, y es visto como algo común que sea la mujer la encargada del hogar, es decir, la responsable, de lavar ropa, tender camas, preparar comida, barrer, trapear y generar cualquier otra actividad que se encuentre relacionada con el sustento “digno” de una casa. Sin que esta actividad se es asocien a los hombres, independientemente de que ambos géneros comúnmente sean proveedores del hogar.
En otras palabras, las mujeres llevan una carga doble, triple o cuádruple, al servir como sustento y sostén, es decir, aportar económicamente a la par de que tienen la responsabilidad exclusiva de hogar y de los hijos. Pero lo más sorprendente, es que esto socialmente, es visto como algo común, incluso normal, no es algo que prenda señales de alarma o que esté mal visto por la sociedad, no le genera ninguna carga o señalamiento social al varón por ser pasivo e irresponsable hacía con su hogar y sus hijos.
Eso también es violencia, ya que limita y coarta el desarrollo social y profesional de las mujeres, aumenta el estrés y genera condiciones precarias para ellas, llevándolas a sufrir un mayor número de problemas sociales e incluso al envejecimiento prematuro, es decir, poco a poco, van acabando con tus sueños, tus metas y hasta tu vida. La violencia, está tan arraigada en nuestro país que ni siquiera tenemos la capacidad de distinguir a los violentadores. Así de mal estamos.