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“OJOS”

 

Por LA MADA (Magdalena Edith Carrillo Mendívil)

www.lamaddalenaedi.blogspot.com

 

“Ricardo Alberto, se quedó sentado en su convertible rojo, su brazo musculoso de tenista estaba apoyado sobre la puerta del costoso vehículo, su Rolex brillaba con el Sol. Lorenza permanecía parada sobre la banqueta luciendo el delicado vestido de lino que enmarcaba su hermoso cuerpo, el viento movía su larga y rubia cabellera… era inevitable, ella sentía la mirada de soslayo de Ricardo Alberto sobre ella. Si, el no dejaba de verla con sus ojos profundamente negros enmarcados por las espesas cejas…”No se me asuste, no está leyendo una novelita romántica… si, sabe de lo que le estoy hablando, ¿no me va a decir que nunca leyó las novelas Jazmín, Bianca o las escritas por Bárbara Cartland? Vamos a suponer  que nunca las ha leído, le recomiendo que las lea, no va a subir ni medio milímetro sus conocimientos culturales pero si populares y por un momento se sumergirá en un mundo ideal, absurdo y lleno de vanidades y vidas perfectas. Pero este no es el punto a donde quiero llegar, es que yo cuando estaba en mis 16, sin presumirle a usted que ya había leído a Honorato de Balzac, Lope de Vega, Shakespeare, Carlos Fuentes, Mariano Azuela, Martin Luis Guzmán, me chutaba felizmente este novelitas y siempre me llamó la atención esta expresión tan recurrente: “Mirada de soslayo”.Nerd como una servidora era y desconociendo la palabrita que me sonaba bastante atractiva, fui al diccionario y me encontré con esto: “de soslayo: 1. loc. adv. oblicuamente.2. loc. adv. De costado y perfilando bien el cuerpo para pasar por alguna estrechura.3. loc. adv. De largo, de pasada o por cima, para esquivar una dificultad.” Entonces fue que entendí que era de “reojo”… La Mada se imaginó esta mirada, a veces hiriente, a veces conquistadora, a veces irreverente, a veces nostálgica pero sobre todo me imaginé esos ojos. Si, los ojos es lo que más me llama la atención en el físico de una persona, pero sobre todo su mirada.

Hay ojos hermosos, pero muertos, ojos que solo saben ver pero no saben mirar, a veces solo observan, hay ojos pequeños que están llenos de bondad y cuando ríen los labios, esos ojos ríen junto con ellos.  He conocido ojos que cargan como plomo sus miradas y cuando se posan sobre ti te dejan caer todo el peso que traen consigo y sales corriendo, lejos de su alcance. Hay miradas que no pueden ocultar una tristeza profunda que se queda tatuada entre el iris y la pupila, para siempre.

Hay miradas llenas de cariño, escurren miel… a veces empalagan, a veces se vuelven falsas y mentirosas. Hay miradas torvas que cuando miran de reojo se retuercen junto con los labios, entonces, si eres sabio sabrás que debes alejarte de inmediato, si no, te auguro que cualquier día quedarás congelado por  el vaporcito helado que salen por todos los poros de quien mira de esta forma. Hay ojos tranquilos, serenos, los he conocido de diferentes colores, han sido pocos y menos me han llegado a enamorar, conocí unos ojos color “agua puerca”, unos hermosos ojos pegados al rostro de un italiano, Luciano, me vio fijamente cuando yo empezaba a desaparecer… ¿que habrá sido de ese par de ojos? Hay esas miradas llenas de pasión, esas que solo conocen los amantes, esas que solo prueban algunos afortunados, esas que aunque los párpados bajen su persiana, siguen viendo. Las miradas de los amantes son latidos perenes en el corazón.

La mirada de mis padres fue especial, y no solo para mí, lo sé porque me lo han dicho y cada vez que me recuerdan esos dos pares de ojos… vuelvo a sentirlos viéndome, mirándome, observándome siempre cargados de amor. Había algo en la mirada de mi madre que no he visto en otra. Sus ojos negros, profundamente negros, eran capaces de traspasar el alma y quedarse para siempre ahí, guardados. Sus ojos tenían vida propia, con una mirada te controlaba como si gritaran y con esa misma mirada te tranquilizaban y hasta eras capaz de sentir que te abrazaban. Nunca vi llorar a esos ojos, únicamente vi su inmensa profundidad cuando se quedaban pensativos, me les quedaba mirando y algunas veces vi como sus inquietudes se hundían lentamente, para nunca más salir. Mi padre nació con unos ojos comunes que él supo utilizar y adaptar a los tiempos, pasaron a formar parte de su mayor atractivo. Rara vez vi esos ojos tristes o pensativos, y cuando los veía así, el corazón se me partía. Los ojos de mi padre vivían al par de sus emociones, él fue un hombre feliz y sus ojos se llenaban de lágrimas cada vez que reía, entonces, brillaban como serie navideña, con muchos y pequeños reflejos, se cerraban ligeramente y cuando los volvía a abrir, lucían como renovados.

Hay un par de ojos que inundan mi vida y mi tiempo completo. Esos ojos tienen un marco de largas pestañas, esos ojos son de esos que no puedes evitar admirar, de esos que con un ligero parpadeo te vuelven a la vida. Son los ojos de mi hijo

Hay ojos que se quedan fijos en tus pupilas… aunque nunca más te vuelvan a mirar.

Final como la doña…”Cuando yo hablo, me gusta que me miren a los ojos”.

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